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Elecciones 2003

Zapatero devuelve al PSOE la condición de primera fuerza política a nivel municipal

Según los sondeos realizados a pie de urna, el Partido Popular vuelve a ser la fuerza más respaldada por los electores en las comunidades de Valencia, Castilla y León, La Rioja, Murcia, Navarra y Cantabria. En este último territorio volvería a depender de los acuerdos poselectorales para mantener el Gobierno regional. El desgaste popular se traduce, pues, en la pérdida del Gobierno regional de Madrid y en un descenso casi generalizado en el resto de los territorios y de las principales capitales de provincia.

El Ayuntamiento de Madrid permanece en manos del PP, donde Alberto Ruiz-Gallardón revalida la mayoría absoluta que ha permitido gobernar a su partido desde hace doce años. Esperanza Aguirre no conseguiría, según los primeros sondeos, la mayoría absoluta, abriendo el paso a la posibilidad de pacto poselectoral de gobierno entre el PSOE e Izquierda Unida. La Comunidad Valenciana y la Alcaldía de Valencia quedan en manos del PP, donde Francisco Camps y Rita Barberá conducirán el Ejecutivo autonómico y el municipal durante los próximos cuatro años.

Izquierda Unida experimenta un avance notable en las grandes ciudades, mejorando sus posiciones para pactar con los socialistas.

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Los resultados obtenidos ayer por el PSOE, con un porcentaje de voto del 35% en el ámbito municipal frente al 32% del PP (con el 60% del voto escrutado), dejan a Zapatero el camino algo más despejado que antes para competir con garantías de éxito en la carrera electoral que se abre hasta las legislativas de marzo del año que viene. El líder socialista recupera para su partido la primera posición como fuerza de ámbito nacional, interrumpiendo así una tendencia a la derrota que desde 1993 había dejado al PSOE un amargo sabor de boca: fracaso en dos elecciones europeas, dos municipales y dos generales. La foto de ayer domingo entierra este negro revelado y recoge de alguna forma las expectativas favorables que los socialistas habían generado tras las movilizaciones desatadas por la tragedia del Prestige y la guerra en Irak. No es, evidentemente, el mismo retrato que el del vuelco municipal y autonómico que el PP propició en 1995, rentabilizado un año más tarde por José María Aznar con su primera mayoría en unas elecciones generales, pero alienta el inicio de un posible cambio de ciclo que puede verse arropado también por los resultados que obtenga el PSOE en Cataluña en octubre y, tal vez, en Andalucía, si es que finalmente Manuel Chaves opta por anticipar la cita con las urnas en un feudo tradicionalmente socialista. En todo caso, quedan en el aire los interrogantes de por qué los socialistas no han acertado a rentabilizar al máximo el ambiente político que en los últimos meses hacía presumir un batacazo electoral del PP.

Queda por ver también cómo influyen las elecciones celebradas ayer domingo en el proceso de sucesión de Aznar al frente del cartel electoral de su partido. El fuerte protagonismo que él mismo imprimió a la campaña y la cosecha que recogió ayer, con un retroceso en el voto general pero con un aval del electorado en la mayoría de los territorios que ya controlaba el PP, le garantizan, salvo sorpresas, margen de maniobra suficiente para conducir su relevo según su personal estilo y calendario. No puede descartarse, sin embargo, que surjan voces internas favorables a precipitar el proceso o, al menos, a anticipar algunas señales que evidencien el perfil del sucesor. Alguna clave podría darse en este sentido en el ajuste de Gobierno que deberá afrontar el presidente en las próximas semanas como consecuencia del envío del ministro de Ciencia y Tecnología, Josep Piqué, a la campaña electoral que se abre en Cataluña, donde parte de una situación desventajosa respecto a Pasqual Maragall y Artur Mas, los dos principales rivales.

Otra lectura de sumo interés que dejan los comicios de ayer se refleja sobre el País Vasco, donde el territorio de Álava permanece fuera del ámbito de poder del nacionalismo vasco, todo un freno para el programa soberanista del lendakari, Juan José Ibarretxe. En Vizcaya y Guipúzcoa queda consolidada la hegemonía del PNV en las diputaciones forales, así como en el Ayuntamiento de Bilbao, donde la lista patrocinada por el PP, que incorporaba a José María Aznar a modo testimonial, consigue mejores resultados que en 1999 pero sin suponer un riesgo para el control de Gobierno municipal por parte del nacionalismo. En San Sebastián se ve reforzado el socialista Odón Elorza.

Al socialismo vasco se le abre ahora una encrucijada trascendental a partir de la política de pactos que articule en Euskadi bien con el nacionalismo, una baza peligrosa para las expectativas de Zapatero, bien con el PP.

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