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Tribuna
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Intangibles e innovación en la UE

El Consejo Europeo de Barcelona de marzo de 2002 lanzó el ambicioso objetivo de alcanzar en 2010 una inversión anual en investigación y desarrollo (I+D) del 3% del PIB de la Unión Europea. Esta meta fue recibida con escepticismo generalizado. No sólo por la magnitud del crecimiento requerido -la inversión en I+D ronda en la actualidad el 1,9%-, sino también porque el previsible entorno de estancamiento económico global y rigideces presupuestarias en Europa representa un serio obstáculo para su consecución.

La Comisión Europea propone centrar la nueva estrategia de I+D en tres pilares básicos: mejora del marco institucional (educación, sistema financiero, derechos de propiedad intelectual, etcétera), utilización más eficiente de los fondos públicos destinados a investigación y promoción de una cultura empresarial más orientada a la innovación.

Es este último aspecto el más descuidado hasta el momento y el que merece mayor consideración política, sobre todo teniendo en cuenta que la Comisión pretende que dos terceras partes del aumento en I+D provengan del sector privado. Para impulsar la inversión privada en I+D es necesario un cambio de mentalidad empresarial, una mayor toma de conciencia de que la innovación es un componente fundamental de la estrategia de la empresa y no solamente una actividad que se desarrolla de forma residual en épocas de bonanza económica. La experiencia muestra que las empresas más competitivas y rentables son aquellas que invierten sistemáticamente en su capacidad innovadora.

A medida que se produce la transición hacia una economía basada en el conocimiento, cada vez es más evidente que la competitividad no depende ya tanto de los recursos materiales (inmuebles, bienes de equipo, recursos naturales...) como de los intangibles (capital humano, estructuras organizativas, desarrollo de redes...).

La capacidad innovadora de la empresa está íntimamente ligada a sus recursos intangibles, como pone de manifiesto la Comisión Europea en sus últimos comunicados. Pero el reconocimiento de los intangibles en los modelos de gestión de las empresas y en las prácticas contables no se corresponde con su crítica importancia.

Madrid fue el lugar elegido por un grupo de 300 políticos, empresarios e investigadores europeos para discutir la relación entre intangibles, innovación y estrategia empresarial. La conferencia titulada La empresa transparente. El valor de los intangibles, celebrada hace pocas semanas en el Ministerio de Economía y la Universidad Autónoma de Madrid, sirvió como foro de discusión de posibles políticas para impulsar la inversión privada en I+D mediante una gestión más eficiente de los intangibles y una mayor transparencia empresarial.

Allí se puso en evidencia la inadecuada gestión de los intangibles en las empresas europeas y sus consecuencias negativas en términos de asignación ineficiente de recursos escasos y merma del potencial innovador.

Pero también se presentaron las experiencias prometedoras de algunas empresas que, mediante la utilización de sistemas avanzados de gestión de sus intangibles, han logrado ser más innovadoras, más proclives a invertir en I+D y, en última instancia, más competitivas y rentables.

También se enfatizó la necesidad de mayor transparencia empresarial mediante la provisión de información más detallada y homogénea sobre los factores intangibles que, pese a ser la fuente fundamental de creación de valor en la empresa, generalmente no aparecen reflejados en sus cuentas anuales. Esto facilitaría la financiación de proyectos innovadores y contribuiría a su vez a reducir la asimetría de información y volatilidad en los mercados de capitales.

El número de empresas que publican informes de capital intelectual, aunque escaso, es creciente y permite vislumbrar el futuro con cierto optimismo. Resultan también esperanzadores los cambios previsibles en las normas de contabilidad: la posibilidad de incorporar más información sobre los intangibles en las cuentas anuales, y de considerarlos en mayor medida como inversión en lugar de como gasto, ha pasado a ocupar un lugar preeminente en la agenda de los reguladores contables internacionales.

Por lo tanto, debido a la transformación de la empresa industrial en empresa del conocimiento, es necesario desarrollar nuevas herramientas para visualizar y gestionar los activos intangibles, aumentar la transparencia, transmitir las mejores prácticas al tejido empresarial y mejorar nuestra comprensión de la función de producción de conocimiento.

Los retos son especialmente significativos para España, cuya raquítica inversión del 0,97% en I+D nos sitúa a la cola de los Quince, sólo por encima de Portugal (0,76%) y Grecia (0,67%). Además, las ayudas económicas que otorga el Gobierno a las empresas españolas para fomentar la innovación son tan sólo un 49% de la media europea.

Ante la amenaza que representa la llegada de nuevos miembros a la Unión para países periféricos como España, quizá nuestro Gobierno y nuestras empresas deberían apostar con más firmeza, y sin retórica política, por la innovación.

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