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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bolsa en crisis de confianza

Las Bolsas despiden su tercer año consecutivo de pérdidas. No sólo no ha cristalizado la esperada recuperación, sino que además el ritmo de caída se ha acelerado en este tercer ejercicio. El Ibex 35 retrocede un 28%, pero sus pérdidas son modestas comparadas con las de la Bolsa alemana (-44%) o la francesa (-35%), los principales mercados de renta variable de la zona euro. Llueve sobre mojado y, así como la subida de las cotizaciones es la mejor propaganda para la Bolsa, las pérdidas son el caldo de cultivo idóneo para que germine una crisis de confianza entre los inversores.

Aunque se han inventado sofisticados indicadores de la confianza de los inversores, el barómetro que mejor mide esa variable no es otro que la evolución de los precios de las acciones. No debe desdeñarse la importancia de los resultados empresariales y de los tipos de interés en la valoración bursátil, pero, desde luego, no son las variables que permiten explicar cómo la burbuja se infló de tal manera que casi tres años después de su estallido sigue perdiendo aire. Es la confianza, o su reverso, la prima de riesgo, lo que permite dar una explicación mínimamente plausible a la evolución del mercado en los últimos años. Crisis bursátil y crisis de confianza. Causa y consecuencia se entrelazan, confunden y, sobre todo, se retroalimentan. Probablemente, a la hora de ahuyentar al pequeño inversor de la Bolsa, las minusvalías son más eficaces que los escándalos. Esa es una muy mala noticia, porque los inversores llevan tres años perdiendo dinero y no será fácil que eso se olvide. Tras sufrir un accidente, todos los conductores se vuelven más prudentes, al menos durante un tiempo. Es probable que los inversores tarden más de lo deseable en volver a pisar lo suficiente el acelerador.

El año 2003 se cierra con un enorme abanico de reformas sobre la mesa en materia de buen gobierno de las empresas, lucha contra el abuso de mercado y defensa del pequeño inversor como numerosas disposiciones de la Ley Financiera, el Libro Blanco de la contabilidad, los trabajos de la Comisión Aldama o el cambio en la normativa sobre opas. Pero conviene recordar que la crisis bursátil y de confianza ha llegado cuando hay en todo el mundo más códigos de buen gobierno que nunca. Se corre el peligro de caer en un exceso de exigencias formales en aspectos secundarios mientras se siguen aparcando -o limitando al terreno de la voluntariedad y las buenas prácticas- reformas que parecen más necesarias como la transparencia de la operativa con autocartera o de las compras y ventas por parte de accionistas relevantes. Nunca antes una crisis bursátil había afectado a un número tan elevado de inversores. Un dato para la esperanza es que las grandes empresas han mantenido e incluso incrementado su número de accionistas en la crisis. La cultura de la renta variable se ha popularizado y la Bolsa se ha convertido en un fenómeno social. Es por esos millones de inversores que tienen parte de sus ahorros en Bolsa por lo que resulta crucial recuperar la confianza dañada.

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