_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El avance del euro y la identidad nacional

Llevamos cuatro años de plena introducción del euro. En este tiempo la coyuntura económica de Europa (y del mundo) ha pasado desde un situación de euforia a la actual coyuntura negativa, que ha afectado especialmente a los mercados financieros. En este contexto, el hecho de que el uso internacional del euro haya aumentado gradualmente se puede valorar de forma positiva. Diversos organismos ofrecen datos sobre el uso del euro, y en todos los casos se evidencia que su utilización ha aumentado, aunque queda muy lejos del dólar.

Respecto a los países que usan el euro como moneda, hay que contar que además de los doce países de la Unión Monetaria europea, hay alrededor de 40 países que o usan esta moneda o tienen tipos de cambio vinculados a la misma. Este vínculo plantea ventajas e inconvenientes. Su ventaja es que estimula el uso del euro: así según la estimación del Bank for International Settlement (BIS) a mediados de 2001 el 43% de las transacciones utilizaban como una de las contrapartes el euro; dicha proporción era aún muy inferior a la que supone el dólar (85%) pero superior a la que representaba el marco en 1998. Sin embargo, como inconveniente, se señala que los países que se vinculan al euro tienen una renta nacional muy inferior a la media del área euro, con lo cual su anclaje suele implicar una intervención vendiendo euros a cambio de su moneda, contribuyendo a la debilidad de la moneda europea. Este hecho se encuentra en la justificación de fondo de la reciente petición de la Unión Europea a los países candidatos de que no se apresuren a vincular sus monedas, a pesar de que en otras ocasiones se ha defendido esta decisión cómo señal de su compromiso de aceptar una política monetaria rigurosa que contribuiría al control de la inflación de los candidatos.

Interesa el desarrollo del euro como moneda internacional, pero su demanda más allá de los países del área europea depende de su percepción como depósito de valor. Por ejemplo, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, sólo alrededor del 13% de las reservas internacionales de divisas se encuentran denominadas en euros, frente al 68% en dólares. Por su parte el BIS estima que sólo un 18% de los activos bancarios se encuentran en esta moneda en comparación con un 65% que está en dólares. En ambos casos, esta proporción apenas ha cambiado desde 1999. Respecto a los mercados de valores, tampoco hay mucha demanda de euros fuera de la Unión Europea. Según un estudio publicado la semana pasada por el Banco Central Europeo, el mayor avance en los últimos años se produce en la emisión de bonos internacionales en euros por emisores no residentes (aumenta en tres puntos porcentuales), que está dirigida principalmente a satisfacer la demanda de inversores europeos. La demanda externa es menor, ya que la proporción de bonos en euros en carteras gestionadas por instituciones financieras americanas es cercana a cero. Sin embargo, esta proporción es cercana al 30% en el caso de países europeos, no pertenecientes al área euro (como Reino Unido).

El uso del euro depende del empuje de fondo de las economías europeas y del desarrollo de los mercados financieros. En este último ámbito, se pueden señalar varios factores que han contribuido, o pueden contribuir, al desarrollo del euro, como son la integración de la negociación y la liquidación de valores, la consolidación de las empresas de servicios de inversión, la formación de una regulación paneuropea, además del crecimiento de las emisiones en euros y la diversificación de la demanda por parte de los inversores institucionales. En muchas de estas cuestiones el avance se ve sometido a dos fuerzas antagónicas, el deseo de construcción del espacio común y la identidad nacional. Precisamente donde la integración ha avanzado más es en aquellas áreas donde la identidad nacional no es importante; así la integración de los mercados monetarios es casi perfecta, como también es elevada en el caso de los mercados de productos derivados. Respecto al desarrollo de los mercados de capitales, la permanencia diferencias nacionales en características de los sistemas de negociación, de la compensación y liquidación, del registro, o en el marco regulatorio, son factores que frenan la demanda de activos denominados en euro por los inversores extranjeros, lo que a su vez, constituye un elemento negativo para su desarrollo como moneda internacional.

Más información

Archivado En

_
_