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Competencia

Monti ve ventajas en las grandes fusiones

La Unión Europea avanza hacia una política de competencia similar a la de EE UU. Sin llegar al modelo en que toda fusión es buena salvo que el Departamento de Justicia estadounidense demuestre lo contrario ante los tribunales, Bruselas tomará en cuenta al menos los potenciales beneficios de una fusión que a primera vista daña la competencia. La Comisión Europea (CE) evaluará a partir de ahora si los beneficios para la cadena de producción y la economía en general que pueden derivarse de una fusión compensan la inevitable reducción de la competencia en el sector afectado.

Por el contrario, la CE descarta sustituir el sistema administrativo actual -Bruselas prohíbe y las empresas recurren ante el Tribunal-por uno judicial como el estadounidense -las empresas se fusionan y el Gobierno denuncia la operación-. La CE insiste en que tal cambio no respondería a la tradición normativa de la Unión, donde la inmensa mayoría de los Estados miembros disponen de un sistema administrativo a nivel nacional. Argumento tan cierto como lo es que muchos de esos regímenes se han creado a partir de 1989 a imagen y semejanza del europeo, inspirado a su vez, al menos en la forma, en la política de control de fusiones que Alemania adoptó en 1973.

Pero el comisario europeo de Competencia, Mario Monti, sí se muestra favorable a adoptar con matices la otra reforma sustancial que piden las voces más críticas, la mayoría procedente de los abogados familiarizados con la tradición legal anglosajona. El debate, muy técnico, gira en torno al test de dominio que aplica la Comisión para calibrar el daño de una fusión a la competencia, frente a la llamada prueba de la 'reducción sustancial de la competencia' que se utiliza en EE UU.

Los varapalos del Tribunal de la UE han permitido al comisario profundizar la reforma frente a los elementos inmovilistas de su departamento

'En EE UU, las autoridades incluyen explícitamente las sinergias en el análisis económico de los efectos competitivos de una fusión', señaló la semana pasada David Walton, economista jefe de Goldman Sachs, en las jornadas sobre política de Competencia organizadas por la Comisión. 'En la UE', añadió Walton, 'una vez que se ha llegado a la definición de 'dominio', ya hay muy poco margen de maniobra para que los argumentos de eficiencia se puedan presentar'. Por poco tiempo.

Monti, en la misma conferencia, prometió incorporar como atenuante, los beneficios para 'el progreso técnico y económico' que pueda suponer una fusión. El comisario detalló los criterios para determinar esos beneficios y parecen calcados de los que aplica el sistema estadounidense.

La fusión no podrá abocar a un monopolio y los beneficios deberán ser verificables y mayores que el daño a la competencia. Como en EE UU, se publicarán unas directrices para especificar el concepto de 'eficiencias en las fusiones horizontales'.

La CE rompe así una resistencia de 12 años a alejarse de un análisis de las fusiones basado estrictamente en las consecuencias de la operación desde el puntode vsita de la competencia. Bruselas temía que la incorporación de criterios subjetivos y vagos (como el desarrollo regional o el progreso en sentido amplio) convirtiera al joven organismo de competencia en presa fácil de las presiones políticas.

En 12 años, la Comisión ha impuesto su parecer frente los Gobiernos de EE UU (caso Boeing-McDouglas o General Electric y Honeywell), Suecia (Volvo-Scania), Francia (Schneider y Legrand) o Alemania (desmantelando el sistema de avales de la banca pública). La CE pudo obviar las acusaciones de intransigencia hasta que, en los últimos cuatro meses, tres sentencias del Tribunal de Justicia de la UE, anulando otros tantos vetos a fusiones, han puesto en entredicho, no su dureza, sino los procedimientos que utiliza en el análisis de las fusiones.

Aunque el organismo comunitario subraya que sólo ha prohibido 18 fusiones de las miles analizadas desde 1990 (excluye hábilmente de esa estadística la quincena de fusiones que las empresas abortaron ante el más que probable veto comunitario), Monti se ha visto forzado a revisar los procedimientos y criterios de su departamento.

Pero no falta quien sospeche también que Monti ha aprovechado el rebufo de las sentencias para imponer una reforma a la que se resistía la parte más inmovilista de su departamento, dominado hasta ahora por abogados y con escasa presencia de economistas.

'Creo que llegará un momento en que, mirando retrospectivamente, diremos que estas sentencias, por dolorosas que sean, llegaron en el momento oportuno', señáló el comisario el jueves de modo un tanto enigmático. Monti, él mismo economista y anglófilo (se expresa más cómodamente en inglés que en francés, aunque el primer aterrizaje profesional en Bruselas se remonta a su etapa como becario en la CE) acepta así una evolución del sistema europeo hacia el modelo estadounidense.

El comisario intenta que la adaptación preserve una década de jurisprudencia del Tribunal de la UE basada en el modelo europeo. Pero la reforma del reglamento de fusiones, prevista para finales de este año, ha pasado de ser un arreglo cosmético a abrir el camino para una transformación radical.

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