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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bolsas a ritmo de samba

Desde que en marzo de 2000 comenzara a desinflarse la burbuja de los valores tecnológicos, con una onda expansiva creciente a medida que pasaba el tiempo, la Bolsa española ha sufrido una de las situaciones más difíciles de los últimos años. Ha tenido que extremar, por un lado, la cautela en sus movimientos y decisiones dada la incertidumbre de los grandes mercados internacionales, que hasta entonces estaban volcados en los valores de la nueva economía y, por otro, ha tenido que concentrar más esfuerzos en Latinoamérica, dada la gran exposición de los valores más capitalizados de los principales índices en la zona.

Los mercados actúan a gran velocidad desde que la globalización fuera asumida como tal. Por eso, las reacciones excesivas son habituales, tanto cuando soplan vientos fríos como cuando aparecen atisbos de mejora. La Bolsa española cayó en 2000 un 21,75%, frente al 2,69% del selecto Stoxx 50. La prima de riesgo derivada de Latinoamérica fue determinante. Casi dos años después, el mercado nacional ha logrado alinearse con los promedios de sus homólogos europeos, pero no ha recuperado esa prima.

La reacción alcista de ayer, después de los acuerdos del Fondo Monetario Internacional con Brasil, es de interpretación fácil por la fuerte presencia de muchas empresas españolas que cotizan en la Bolsa en ese país. Lo mejor no es la cuantía de la subida, el 5%. Para los expertos, lo más valioso es el lastre que suelta el mercado español después de haber estado encallado durante meses a expensas de los golpes de viento internacionales y de las mareas latinoamericanas.

Hay un regusto amargo, no obstante, en los observadores y analistas bursátiles nacionales. La celeridad con que ha actuado la Administración Bush en la crisis de Uruguay y Brasil en contraposición a su rigidez respecto a Argentina. Para muchos analistas esta actuación ha obedecido más a la presión ejercida por los grandes bancos y multinacionales estadounidenses y europeas instalados en Brasil que a necesidades reales de financiación; un cortafuegos para tratar de evitar un contagio en otros países. En Argentina, por su parte, la presencia mayoritaria es de empresas españolas y su capacidad de presión parece ser casi nula a estos efectos. De hecho, el Gobierno argentino admitió ayer que no puede recibir la asistencia otorgada a Brasil y Uruguay por el FMI, porque en estos dos casos la ayuda busca evitar una crisis, situación en la que ya está inmersa Argentina.

Los distingos del FMI son, del mismo modo, criticables. No ha tardado una semana en aprobar las ayudas a Brasil, aunque el 80% de las mismas estén sujetas al año que viene, y sólo 12 días en concederlas a Uruguay. En Argentina son ya más de seis meses el tiempo de espera de ayudas que no llegan. De cualquier modo, la Bolsa española parece haber bebido su trago más amargo en Latinoamérica, salvo que la situación en Argentina se encone todavía más.

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