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Liberalización

Schröder teme que las reformas de la UE alienten a la ultraderecha europea

El canciller alemán y el presidente de la Comisión Europea compartieron mantel el lunes y poco más. En terreno neutral, a las afueras de Bruselas, Gerhard Schröder cenó con Romano Prodi para exigirle un respiro en el proceso de reformas impulsado por la CE.

El avance del voto extremista y antieuropeo se debe en gran parte, según Berlín, a la incoherencia de las iniciativas de Bruselas. Prodi insiste en el que ritmo de transformación económica es el adecuado.

Schröder centra sus reproches en los cuatro comisarios europeos (Mario Monti, Frits Bolkestein, Margot Wallström y Erkki Liikanen) que escoltaron a Prodi en la cita. Los cinco se desayunaban esa mañana con la primera andanada del canciller, que desde las páginas de la prensa había dinamitado o ridiculizado algunas de sus iniciativas más destacadas.

'He dejado claro que estamos discutiendo bajo un alarmante trasfondo: un 20% de franceses que votan contra Europa', declaró Schröder tras cenar en el restaurante Bijgaarden. 'Como europeos, tenemos que tener cuidado porque el tempo de los cambios es tan rápido que a menudo los ciudadanos no pueden asimilarlos'. Berlín oficializa así su encono contra la Comisión en general y las carteras de Competencia, Mercado Interior, Medio Ambiente y Sociedad de la Información, en particular. La cita surgió, precisamente, de la Cumbre de Barcelona, donde Schröder, según fuentes comunitarias, ya no contuvo su disgusto ante el dogma reformista que pregona Bruselas desde hace dos años.

'Estoy convencido de que sólo una política seria de aplicación de Lisboa puede dar seguridad a nuestros ciudadanos', defiende Prodi el proceso de liberalización, privatizaciones y flexibilidad laboral auspiciado por Tony Blair y José María Aznar en la cumbre de la capital portuguesa en 2000.

Prodi admite que 'tal vez exista un problema de diálogo o de trasparencia' en la explicación de estas reformas. 'Pero no de velocidad'. El italiano recuerda a Schröder que 'es necesario tener en cuenta no sólo los intereses de los grandes países, sino de todos'.

El Gobierno alemán considera que Bruselas maltrata el tejido industrial europeo y se desvive, en cambio, por impulsar una revolución tecnológica basada en Internet. Es su dardo contra Liikanen, comisario de Sociedad de la Información.

Bolkestein, titular de Mercado Interior, es acusado de promover un capitalismo orientado hacia el inversor y de espaldas al 'contrato social' entre accionistas, trabajadores y clientes. La semana pasada, la CE relevaba del cargo al director general de este departamento, el británico John Mogg, principal artífice de esa política.

Con el comisario de Competencia, Mario Monti, el tropiezo actual gira en torno a la política de distribución automovilística. Los roces antes se debieron a los avales de la banca pública alemana.

A la comisaria de Medio Ambiente, Margot Wallström, se le reprocha su obsesión con la reducción de emisiones, aun a costa, supuestamente, de la competitividad de las empresas europeas. 'Alemania no soporta, sobre todo, la incoherencia entre los diferentes departamentos comunitarios', analizan fuentes comunitarias.

Berlín tampoco tolera seguir financiando gran parte del presupuesto comunitario. Alemania incluso ha llegado a un acuerdo con Finlandia para alterar el orden de sus presidencias semestrales, lo que permitirá a Berlín negociar el próximo Presupuesto (en 2006) con mayor libertad. Una derrota de Schröder en las elecciones de septiembre no frenaría este acoso a Bruselas, porque su rival conservador, Edmun Stoiber, mantiene similares planteamientos. Los langostinos y el cordero regados con vino italiano serán para Prodi el mejor recuerdo de la cena.

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