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Huelga

Los sindicatos italianos logran paralizar el país

Italia amaneció ayer de brazos cruzados. Millones de trabajadores secundaron el paro general convocado por los sindicatos y cientos de miles de manifestantes inundaron las principales capitales del país con pancartas contra la reforma laboral del Gobierno de Silvio Berlusconi.

El paro de ocho horas, convocado por las tres mayores centrales sindicales italianas (CGIL, CISL y UIL), tuvo un seguimiento masivo (90%, según los convocantes), sobre todo en los sectores industrial y de servicios. Cientos de miles de ciudadanos participaron en mítines multitudinarios celebrados en Roma, Florencia, Milán, Bolonia y Turín.

Aeropuertos, estaciones de ferrocarril, oficinas de correos, bancos y colegios amanecieron semidesiertos. En el gigante industrial Fiat, los sindicatos afirman que un 90% de los empleados no acudieron a trabajar (la empresa asegura que el seguimiento fue de casi el 50%).

En los hospitales sólo se ofrecieron servicios de emergencia y la circulación fue gratuita en las autopistas de peaje. Las únicas empresas en las que la huelga apenas fue secundada fueron las de menor tamaño (entre ellas, las tiendas minoristas), porque sus empleados no suelen estar afiliados a sindicatos.

El paro general, primero realizado en Italia en los últimos 20 años, tuvo como eje el rechazo a una reforma laboral que, entre otras cosas, autorizará en algunos casos el despido improcedente. Hasta ahora, las empresas italianas están obligadas a readmitir a cualquier trabajador despedido sin 'causa justa'.

El Gobierno asegura que se trata de una reforma básica para flexibilizar el mercado laboral italiano y dotarlo de mayor competitividad. Los sindicatos replican que esta reforma abre la puerta al despido libre.

La huelga empezó en realidad el lunes, con el cese de actividad de los periodistas. Ayer por la mañana, los únicos diarios italianos que aparecían en los quioscos eran Il Giornale, dirigido por un hermano de Berlusconi, e Il Foglio, propiedad de un aliado del primer ministro.

Sergio Cofferatti, líder de la ex comunista CGIL, afirmó en Florencia que el Gobierno 'está obligado a cambiar su línea', comparó a Berlusconi con la británica Margaret Thatcher y el estadounidense Ronald Reagan y advirtió que los sindicatos no pararán hasta que hayan conseguido descarrilar la reforma laboral diseñada por el Ejecutivo.

Savino Pezzotta, líder de la CISL (ex democristiana), y Luigi Angeletti, de la UIL (centrista), también pidieron al Gobierno que reconozca el éxito de la huelga general y dé un paso atrás para evitar que se radicalice aún más el clima de confrontación.

Reanudar el diálogo

Sin embargo, Berlusconi prometió el pasado fin de semana a los empresarios que no retrocederá 'ni un milímetro' en las reformas. El vicepresidente del Gobierno, Gianfranco Fini, reafirmó ayer esta promesa, pero se mostró dispuesto a reanudar el dialogo social. La negociación no se presenta fácil. Las centrales se niegan a flexibilizar el despido. La patronal acusa a Berlusconi de ser demasiado 'tímido' en sus reformas. Y el asesinato de Marco Biagi, el asesor del Ministerio de Trabajo que diseñó la reforma, a manos de las Brigadas Rojas sólo ayudó a enrarecer aún más un clima marcado por la crispación.

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