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Vietnam, viaje al tigre que vuelve a rugir

Ciudades caóticas como Hanói o Saigón contrastan con las bucólicas Hue y Hoi An

Cae el sol y el horizonte se tiñe de tonos anaranjados. A contraluz, una enjuta y pequeña figura con el tradicional nón lá –típico sombrero de paja cónico– sobre su cabeza se va haciendo cada vez más diminuta hasta desaparecer como una sombra a medida que se aleja. Fotografía obligada y una de las imágenes más icónicas –y serán muchas– que retendrá en su retina en un recorrido por Vietnam. Lejos de está idílica estampa hay también un Vietnam ruidoso, caótico y, a veces, aplastante, el de sus bulliciosas grandes ciudades Hanói y Ho Chi Minh, la antigua Saigón.

La guerra contra Estados Unidos puso a Vietnam en el mapa y en las portadas de medio mundo. Han pasado más de cuatro décadas de aquel cruento conflicto, pero la trágica historia de este milenario y fantástico país sigue estando muy presente en la vida de sus ciudadanos. Antes, sufrieron siglos de dominación china, invasiones de jemeres y mongoles y la ocupación francesa, hasta su independencia en 1954, que marcaron a sangre y fuego su historia inevitablemente unida al paralelo 17 que dividió al país en norte y sur durante 21 años.

Hoy Vietnam, ya reunificado, es una de las economías emergentes del sudeste asiático y uno de los destinos más atrayentes de la región. Las huellas de la guerra con Estados Unidos forman parte de los reclamos para el viajero. Museos y escenarios reales como la playa de China, cerca de Danang, refugio y relax de los soldados estadounidenses; la red de túneles de Cu Chi o de Vinh Moc –intactos– que excavaron los vietnamitas para huir de los americanos en una genial obra de ingeniera; la ciudadela de Hue, arrasada en la guerra, o la tristemente famosa aldea de May Lai, donde las tropas de Estados Unidos masacraron a cientos de campesinos.

Pero Vietnam es mucho más. Un mosaico de paisajes, de gentes y sabores que no le dejará indiferente.

Visitas obligadas

Hanói, la capital, y Saigón, su ciudad más grande, suelen ser las puertas de entrada al país en un recorrido norte-sur o al revés. Más de 1.500 km las separan. En este itinerario es imprescindible visitar algunas joyas como Hue, Hoi An, el delta del Mekong, Sapa y la inevitable bahía de Halong.

Si viaja entre abril y octubre, los monzones llevan el calor y la humedad a todo el país –salvo a las zonas de montaña–.La segunda, que oscila entre el 80% y el 100% en gran parte del país, es difícilmente soportable si no está acostumbrado al clima tropical. Le sorprenderá también el inaudito enjambre de cables que cruzan de lado a lado el cielo de cualquier núcleo urbano o el inverosímil número de pequeñas motocicletas que inundan las calles en un frenesí continuo y que le hará temer por su vida al cruzar de lado a lado, provocando las risas de los expertos pilotos locales, con una habilidad innata para esquivar a los peatones. Enseguida se acostumbrará a deambular entre motos o bicicletas –en Vietnam casi no hay aceras– y como donde fueres haz lo que vieres, fíjese en cómo cruzan los vietnamitas e imíteles. Si se atreve, alquile una moto para desplazarse.

En Hanói tendrá la sensación de estar en una ciudad totalmente loca y apabullantemente ruidosa, de la que querrá salir huyendo. Si no se infarta a las primeras de cambio, dele una oportunidad y dos si es un fanático de las compras. Visite el mercado de Dong Xuan, en el centro del barrio antiguo de Hanói –podrá comprar de todo, pero no se olvide del regateo–y a cinco minutos andando del lago Hoan Kiem, un remanso de paz.

Un puente le llevará hasta el templo de Ngoc Son; queme incienso para obtener salud y riqueza en otro templo, el Bach Ma, uno de los protectores de la ciudad. Hanói es conocida por sus pagodas. Una de las más famosas y con más encanto es la de Tran Quoc, de piedra roja y elevada planta, ubicada en las afueras de la ciudad, entre el lago Oeste y el lago Truc Bach, es también una de las más antiguas.

La pagoda del Pilar Único, reconstruida tras ser devastada por los franceses, es uno de los iconos de Hanói y una de las más visitadas. Construida sobre un pequeño lago artificial, su estructura imita una flor de loto y es la única que existe en todo el país con esa forma. Muy cerca de ella está el mausoleo de Ho Chi Minh y curiosa resulta también la visita al Museo de la Historia Militar, donde se exhiben tanques, helicópteros y aviones usados en la guerra de Vietnam.

No debe confundir este museo con el de la ciudad de Ho Chi Minh –igual o más trepidante que Hanói– dedicado a los vestigios de esta guerra. Ubicado en el Palacio de la Reunificación, resulta una visita obligada, aunque le amargue el día porque está dedicado a las atrocidades y las violaciones de los derechos humanos que se cometieron en la contienda, sobre todo a los efectos que el agente naranja causó en la población. Verdaderamente impactante y triste. La ciudad conserva en sus calles vestigios franceses reconocibles en la arquitectura colonial.

En el corazón

Viajando hacia el centro del país llegará a Hue, antigua capital imperial, famosa por sus numerosos palacios, monumentos y jardines, donde sobresale su ciudadela, fortaleza militar y residencia del emperador. Dentro de ella está la ciudad prohibida –estancias privadas de los monarcas– y en las afueras, las impresionantes tumbas imperiales con sus grandes estatuas de piedra, situadas en el cauce del río Perfume.

Muy cerca de Hue está la preciosa Hoi An. Su casco antiguo se conserva intacto, como recién salido de un escenario de cuento del Lejano Oriente. Enseguida seduce al viajero con sus casas de madera y pequeños detalles que recuerdan el paso de chinos, japoneses y franceses. El puente cubierto japonés, construido en el siglo XVI con madera y piedra roja, es uno de las emblemas de la ciudad. Bañada por el río Thu Bon, fue un importante puerto pesquero y comercial y hoy un puente sobre el mismo – por donde aún navegan pequeños barcos– separa la moderna ciudad del casco histórico.

Una animada vida nocturna y playas espectaculares y solitarias muy cerca alimentarán sus ganas de alargar su estancia y dejar pasar el tiempo.

Pagoda en Hanoi
Pagoda en HanoiInma Moscardó

De la idílica bahía de Halong a la autenticidad de Sapa

La espectacular bahía de Halong es, quizás, la fotografía más difundida de Vietnam y, a priori, uno de los lugares más idílicos del país. Considerada como una de las maravillas naturales del mundo por la Unesco, hasta allí, a 170 km al este de Hanói, llegan cada día cientos de turistas para embarcarse en una travesía que les conducirá por un paisaje fascinante y lleno de magia.

Miles de islas e islotes emergen estratégicamente sobre las aguas turquesas del golfo de Tonkin creando un escenario a veces irreal, en el que las colinas de piedra kárstica dibujan inquietantes esculturas.Para disfrutar plenamente de este alucinante paisaje, lo mejor es contratar un crucero de una o dos noches con alguna agencia local. No escatime en el coste del pasaje, porque sufrirá las consecuencias en cuanto a comodidad y servicios. Huya también de los cruceros masivos.

No se desanime por el gentío aparentemente sin orden ni concierto que pulula con su equipaje por el muelle de Baichay. Enseguida se ocuparán de usted y de sus maletas y le conducirán hasta su barco –réplicas de antiguos y bonitos juncos de vela– y disfrute de las vistas, a veces enturbiadas por los restos de basura que arrojan las embarcaciones, poco concienciadas con la protección del entorno.

La mayoría de los cruceros incluyen visitas para explorar algunas de las cuevas creadas por el viento y las olas y también al Parque Nacional de Cat Ba.

Los amantes del senderismo, el trekking y la naturaleza no deben perderse Sapa, al noroeste de Vietnam, casi en la frontera con China y donde habitan grupos étnicos minoritarios como los hmong, los dao y los tay. Desde Hanói lo mejor es tomar un tren nocturno hacia este antiguo departamento militar, situado en un valle, y allí contratar un guía local para recorrer esta remota región. Famosa por sus enormes y exquisitas terrazas de arroz y sus impresionantes paisajes de montaña, a menudo cubiertos por una neblina que aparece y desaparece, no deje de visitar la catarata Thac Bac –200 metros de caída– y el histórico puente colgante de May.

Vendedores callejeros en Hanói.
Vendedores callejeros en Hanói.I.M.

Guía del viajero

CÓMO IR. No hay vuelo directo entre España y Vietnam pero varias compañías, como Emirates y Qatar Airways, vuelan hasta Hanói con una sola escala en Dubái o Doha (13 horas) desde 950 euros. Otra opción es tomar una avión hasta alguna de las capitales del sudeste asiático –Bangkok, Kuala Lumpur– y enlazar con alguno de los numerosos vuelos que van a Hanói. Una vez en el país lo mejor es desplazarse en vuelos internos –baratos– o en tren. No se fíe de los taxistas

COMER Y DORMIR. Vietnam sigue siendo un país barato y podrá comer o dormir –en alojamientos muy básicos– por muy poco dinero. La infraestructura hotelera es, en general, amplia y de buena calidad. Además de los célebres rollitos vietnamitas, el plato más típico de Vietnam es el pho, un caldo contundente a base de tallarines, carne y verdura que los locales toman a cualquier hora del día. Si se atreve, anímese a probar lo que ofrecen algunos puestos callejeros y si se cansa de la comida local, en las grandes ciudades y los sitios más turísticos encontrará platos internacionales.

COMPRAS. Vietnam es un paraíso para los amantes de las compras: artesanía, farolillos asiáticos, imitaciones de grandes firmas y un largo etcétera. El regateo es obligado. Hasta puede hacerse el vestido o traje de su vida de su diseñador favorito a medida y a precio de ganga en unas horas. En ciudades como Hoi An hay talleres especializados en los que le confeccionan el vestido que quiera con solo mostrar una foto. Obnubilado por los precios, no se queje si la confección a toda prisa falla en los detalles y se nota que no se lleva un Versace.

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