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Tribuna
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Hacia una formación ágil y eficaz

Ante la cuarta revolución industrial, la preparación debe adecuarse a lo que demandará el mercado

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Con motivo de la primera revolución industrial a principios del XIX, surgió en Inglaterra un movimiento entre los artesanos textiles llamado Ludismo en contra de las máquinas de hilar y de tejer, que estaban dejando sin empleo a multitud de trabajadores. Muchas de las instalaciones fueron destrozadas por los artesanos. El movimiento se extendió por Europa, llegando a producirse en España el destrozo de 17 máquinas de cardar lana en Alcoy en 1821. Sin embargo, la tecnología se impuso y la producción en este sector rápidamente desapareció. La lección que debemos aprender es que es mucho más útil sumarse al progreso y, en lugar de atentar contra las máquinas, aprender a manejarlas.

En el momento actual, a las puertas de la cuarta revolución industrial, se dice reiteradamente que un porcentaje significativo de las tareas laborales que desempeñan profesionales serán sustituidas por máquinas. Estamos por tanto, de nuevo en el inicio de un nuevo cambio drástico en la organización de los procesos productivos, donde otra vez la tecnología va a hacer desaparecer puestos de trabajo, pero sin lugar a dudas, va a originar la aparición de otros muchos nuevos, como ocurrió a principios del siglo XIX.

Para hacer frente a este futuro incierto, en primer lugar, los centros educativos y formativos deben orientar sus procesos curriculares a las demandas del mercado lo más rápidamente posible; hay que lograr que los recién titulados encuentren empleo con rapidez. Así, aceleraremos la incorporación de los jóvenes al mundo laboral y frenaremos el crecimiento de las elevadas cifras actuales de paro juvenil; hay que evitar que la universidades y centros de formación profesional estén llegando tarde, al futuro y al presente, como muestran los informes que señalan las dificultades de las empresas para encontrar los perfiles adecuados a sus necesidades actuales.

Por una parte, los trabajadores ocupados han de prepararse para conseguir los conocimientos y habilidades necesarios en el futuro inmediato, de manera que las empresas puedan incorporar las nuevas tecnologías y contar con un capital humano con las competencias adecuadas para los nuevos desempeños. Esta es por tanto otra urgente necesidad, a la que hay que destinar los medios procedentes de la cuota de formación que pagan empresas y trabajadores y que debe ser gobernada por los agentes económicos y sociales, ya que son ellos y de un modo especial, las empresas, los que conocen los medios a los que hay que recurrir para mejorar su productividad y la calidad de sus productos, para incrementar su competitividad, y no solo evitar la generación de nuevos parados, sino asegurar la viabilidad de nuestro tejido productivo, así como sus posibilidades de crecimiento y de generación de empleos.

Por otra parte, para abordar la reducción del desempleo en nuestro país, que convive con necesidades inmediatas de mano de obra no satisfecha, es necesario realizar por parte de las administraciones un desarrollo de políticas activas de empleo, contando con la colaboración de los agentes económicos y sociales, que permita dotar a ese colectivo de la capacitación necesaria para incorporarse con urgencia al mundo laboral. Esta es la mejor política social posible, y en la que hay que trabajar con ahínco, para hacer frente al paro en nuestro país.

La tarea es, por tanto, importante desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo y necesitará de evaluación constante. Pero no hay otro camino mejor. Tenemos que buscar una formación en el trabajo ágil y eficaz. Es la que presenta CEOE en su Libro Blanco sobre el Sistema de Formación en el Trabajo. Tenemos que pasar del actual sistema de formación de parados y ocupados, regulado, administrativizado y burocratizado, a otro cuyo objetivo sea resolver lo antes posible el importante problema del desempleo que genera tanto descontento ciudadano. Hay que recurrir a los que más cerca están y mejor conocen las necesidades del mundo productivo y laboral: empresarios y trabajadores. Así como también contribuir a mejorar la transición de nuestras empresas a esa anunciada cuarta revolución industrial, dotándolas de un capital humano bien preparado, en lo que cada una necesite.

Evitemos los errores del pasado y que el malestar ciudadano se vuelva contra el progreso. Sentémonos, hablemos y alcancemos acuerdos. El país lo necesita.

José Antonio Sarría es presidente de la comisión de formación de CEOE.

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