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Tecnología

La primera fotocopiadora de células del mundo habla español

Un grupo de científicos desarrolla un revolucionario biorreactor celular

Aspecto del biorreactor celular desarrollado por científicos españoles. El proyecto se financió en su primera fase con capital también español.
Aspecto del biorreactor celular desarrollado por científicos españoles. El proyecto se financió en su primera fase con capital también español.
Manuel G. Pascual

Reproducir células es ahora mismo un proceso viable, pero complicado. Para ello hace falta lo que se conoce como sala blanca: un espacio en el que parámetros ambientales como la temperatura, la humedad, el flujo de aire, la iluminación o las partículas en suspensión estén estrictamente controlados. En esos laboratorios especiales se pueden multiplicar células, un proceso meticuloso y lento que deben llevar a cabo uno o varios profesionales y que, debido a los riesgos que entraña, si no es exitoso (si las células replicadas no tienen suficiente calidad), hay que repetir desde el principio. Solo las instalaciones y equipamiento para conducir estos experimentos tienen un coste de en torno a un millón de euros, sin contar su mantenimiento y las horas de trabajo necesarias para sacar cada prueba.

A la caza de ideas que cambien el mundo

La empresa que dirige Manuel Fuertes, cuando decide apostar por un proyecto, le dedica un mínimo de medio millón de libras (unos 580.000 euros) y un máximo de seis millones (unos siete millones de euros). Pero no es fácil seducir a Kiatt. “Buscamos tecnología disruptiva, que sea capaz de cambiar las reglas del juego”, explica Fuertes.

Otro de los proyectos en los que está trabajando ahora mismo, además del biorreactor celular Face, la ha llevado hasta Singapur, de donde también capta parte de su músculo financiero gracias a familias adineradas de la zona. En este caso, en este diminuto país ha dado con un equipo de científicos que ha desarrollado unas nanolentes que permiten ver en 3D sin necesidad de vestir unas gafas especiales. Esas nanolentes, incorporadas a las pantallas de los dispositivos en forma de pegatina cubrepantallas, se pueden activar cuando se desee.

Pero la aplicación con más futuro de esta tecnología no está en el 3D, sino en la miopía. “La idea es aplicar a esas nanolentes la graduación del usuario. Comercializaremos esas pegatinas para móviles por diez euros”, comenta entusiasmado.

Todo esto puede que pronto cambie de forma radical. Un equipo de científicos españoles ha desarrollado un biorreactor celular capaz de replicar células humanas de forma automática. Lo que podría considerarse una fotocopiadora de células, tanto por la idea que conlleva como por el aspecto del aparato. “Estamos convencidos de que supondrá un enorme avance para el desarrollo de terapias celulares y para todo tipo de investigación que tenga que ver con células”, explica Manuel Fuertes, director general de Oxford University Innovation, el centro adscrito a la citada universidad que se ocupa de impulsar la transferencia tecnológica.

Cuando los científicos españoles Miquel Costa, David Horma y Manuel Ángel González le presentaron su idea en 2013, Fuertes decidió apostar firmemente por ello. Les ayudó a montar el plan de negocio y financió el desarrollo del primer prototipo con un millón de euros. Lo hizo a través de Kiatt, una compañía londinense dirigida por él mismo dedicada a “crear empresas punteras a partir de hallazgos científicos de primera” y que se nutre de la inversión de grandes patrimonios de familias europeas y asiáticas.

Fuertes asegura que, en el caso del biorreactor de células, no solo es española la I+D+i, sino que la financiación procede también de family offices del país. “Contamos con un creciente portfolio de grandes familias españolas que están muy interesadas en invertir en ciencia”, apunta. En el caso de Aglaris, la empresa que constituyó este grupo de científicos y de la que participa Kiatt, en 2015 recibió también el apoyo del fondo de capital riesgo Cross Road Biotech, que acabó de aportar el músculo financiero para llevar el proyecto hasta las últimas consecuencias.

Agilizar y automatizar el proceso de multiplicación celular, además de bajar su coste (estas nuevas máquinas valdrán 300.000 euros), supone un gran adelanto, por ejemplo, para la investigación con células madre. Contar con una gran cantidad de células de alta calidad evitará interrupciones a los investigadores. También dará oxígeno a los hospitales, en los que cada vez más se trabaja con terapias celulares, y para tratar enfermedades que hasta hoy no tienen cura.

Pero las posibilidades de este nuevo ingenio no acabarían ahí. “La multiplicación celular se aplica también a las biotintas que usan las impresoras 3D. Queremos posicionarnos como el primer productor de biotintas”, indica Fuertes. Otra salida comercial que tampoco pierden de vista es la de la carne sintética, un producto del que se dice que podría contribuir a democratizar la alimentación. “El biorreactor tiene la potencialidad de convertirse en una fábrica de carne”, espeta este experto en transferencia.

Las primeras cinco unidades del prototipo Facer (así se llama la fotocopiadora), encargadas por centros de investigación y hospitales, se entregarán en 2018.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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