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Alemania asedia la brecha salarial

Las empresas de más de 200 trabajadores deberán contar a sus empleadas lo que ganan sus colegas hombres

Manuela Schwesig, ministra de Familia de Alemania.
Manuela Schwesig, ministra de Familia de Alemania.REUTERS

Angela Merkel está subiendo el listón de la lucha contra la brecha salarial. Una nueva ley, aprobada por el Gobierno alemán el pasado miércoles, intensificará la aplicación del noble principio: “A igual trabajo, igual sueldo”.

La legislación del país prohíbe la discriminación por género desde hace más de medio siglo, pero la realidad no ha alcanzado del todo a la norma: las mujeres, en promedio, todavía ganan un 21% menos que los hombres, según la oficina estadística alemana. Una trabajadora, en promedio, acumulará un 49,8% menos de ingresos en su carrera que un trabajador, según un estudio del Instituto de Economía Internacional de Hamburgo.

La cuarta parte del 21% de diferencia de sueldo entre sexos no se explica por que hagan distintos trabajos

No toda la diferencia se debe a la discriminación manifiesta. Las mujeres trabajan más a tiempo parcial y tienen menos puestos directivos. También suelen trabajar más en industrias con salarios bajos. En Alemania, el 85% de los limpiadores son mujeres, frente al 18% de expertos en tecnologías de la información. Pero incluso teniendo en cuenta estos factores, alrededor de un cuarto de la brecha salarial sigue sin explicación.

Los legisladores han decidido aumentar la transparencia. Las empresas de más de 200 trabajadores estarán obligadas a decir a las empleadas lo que ganan sus colegas masculinos en puestos similares. En Alemania, lo habitual es que los contratos contengan una cláusula que prohíbe a los trabajadores revelar su salario a sus colegas. La información adicional aumentará el poder de negociación de las trabajadoras y facilitará los pleitos contra los empleadores discriminatorios. Las empresas de más de 500 empleados también tienen que publicar informes frecuentes sobre la brecha salarial.

Los empleadores se quejan de que la nueva ley es torpe y añade otra capa de costosa burocracia. Pero solo pueden culparse a sí mismos. A pesar de las normas antidiscriminatorias y de los compromisos voluntarios, la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue siendo inaceptablemente amplia.

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