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Emprendimiento social

Amibola, tarjetas navideñas para ayudar a niños autistas

La tienda online de bisutería dona la totalidad de sus beneficios a una asociación dedicada a la inclusión social de menores que padecen este trastorno neurológico

Tarjetas navideñas de Amibola.
Tarjetas navideñas de Amibola.Amibola
Marta Yoldi

Llevar una empresa que sirve para sufragar un proyecto social produce una satisfacción que ayuda a sobrellevar las dificultades propias de cualquier emprendimiento económico. Así lo ve la diseñadora Jeannie Pascual, fundadora y responsable de Amibola, tienda online de bisutería, camisetas, artículos de escritorio y, solo durante estas fechas, tarjetas de Navidad.

Unos productos que tienen como denominador común la marca Amibola en su diseño y en las tarjetas navideñas, la bola de Amibola, un círculo de metal relleno de una especie de filigrana que cuelga del cartón que sirve de felicitación y que cada Navidad tiene un color distinto.

Esta es ya la quinta vez que la tarjeta sale al mercado, aunque la marca Amibola existe desde 2008 y la empresa funciona todo el año. Jeannie Pascual la creó con un objetivo muy claro: destinar los beneficios de la venta de los productos diseñados por ella a la asociación Aleph-Tea, que trabaja para mejorar la calidad de vida de los niños con autismo.

La idea de fundar dicha asociación nació a medida que su hijo autista crecía. “Hay muchos centros públicos y privados para discapacitados intelectuales y funcionan muy bien, pero en ellos no se trata específicamente cada discapacidad, en este caso, a los autistas. Necesitábamos levantar un proyecto donde se atendieran sus propias necesidades, las particulares de su situación”, explica.

La fundadora de la web es su única trabajadora, ya que no puede permitirse el pago de salarios

Para llevar la asociación adelante y sufragarla económicamente, surgió la iniciativa de que cada padre o familiar asociado contribuyera con lo que supiera hacer mejor. Pascual decidió aportar su profesión: el diseño. Y así empezó a vender objetos con la marca Amibola con el método del boca a boca.

Hasta que se cerró el círculo. “Una vez que acudes a todas las relaciones, el proyecto se agota porque las mismas personas no van a comprar productos de este tipo de tres en tres aunque sea por ayudar”, señala. 

Entusiasmo y escollos

Ese final fue el inicio de la versión empresarial. Había que vender más, crearse un mercado. Y surgió la empresa Amibola a raíz de la marca. Su fundadora rebosa entusiasmo, todo sea por los donativos que la empresa aporta en exclusiva a Aleph-Tea, sobre todo en fechas como las navideñas cuando las ventas se disparan.

Jeannie Pascual, fundadora de Amibola, con un alumno de la escuela de Aleph-Tea.
Jeannie Pascual, fundadora de Amibola, con un alumno de la escuela de Aleph-Tea.

Ese entusiasmo que provoca el fin perseguido es lo que sostiene a la compañía. “Eso y mi trabajo, porque empecé sola y sigo sola”. Jeannie cuenta con la ayuda de colaboradores desinteresados a los que no puede pagar ni un euro simbólico. “Me es imposible contratar a nadie. La mayor parte de la facturación se va en gastos, especialmente en impuestos, y si tuviera que pagar un solo sueldo tendría que cerrar”, afirma con pesar.

A pesar de tratarse de una empresa con fines sociales no recibe ayuda oficial de ningún tipo ya que, estrictamente, no puede decirse que no tenga ánimo de lucro. La idea es sacar cuanto más rendimiento mejor para que las donaciones a Aleph-Tea sean cuantiosas y la firma disponga de más recursos. Es emprendimiento social.

Aunque para Pascual también existen otras miras más elevadas. “No se trata solamente de vender, se trata de concienciar a la gente sobre lo que es el autismo, se trata de que se hable de esta discapacidad, que es muy severa, se trata de que circule el convencimiento de que la vida de los autistas se puede mejorar desde que son niños y que estos también pueden jugar, oír música y aprender”.

Aleph-Tea se ocupa, precisamente, de esto. La asociación facilita enseñanza específica a los niños autistas en aulas estables que existen en cinco colegios ordinarios concertados. En cada una de estas aulas hay cinco alumnos como máximo. El hecho de estar físicamente en colegios permite a los niños relacionarse con el resto del alumnado y compartir deportes, clases de música y juegos. Además, la entidad organiza campamentos de verano y da la posibilidad de que los niños autistas realicen otras actividades.

La bola de Amibola.
La bola de Amibola.

Soy autista, voy a mi bola

La marca Amibola surgió como homenaje a los autistas. Una persona con esta discapacidad es incapaz de relacionarse con su entorno y de tener habilidades sociales. Pero eso no significa que no tenga inteligencia y que ésta no sea, en muchas ocasiones, desarrolladísima. Tampoco significa que carezca de un mundo interior.

“Ese es el homenaje que quise hacerles: resaltar la parte más positiva de los autistas, su inteligencia, su misterio, su mundo”, argumenta. Porque van “a su bola” y así lo quiere plasmar. “Hay que reflejar la parte divertida”.

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