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Pequeños gigantes

Entre el sol que más calienta y los chuzos de punta

Por sus obras los conoceréis. Casi dos siglos lleva Casa de Diego vendiendo joyas en forma de abanicos y paraguas como si fueran churros, en plena Puerta del Sol.

Imagen de los abanicos que confecciona Casa de Diego.
Imagen de los abanicos que confecciona Casa de Diego.Manuel Casamayón

Mañana lloverá o hará un sol abrasador. Gran dilema, pero poco importa, porque truene o brille el astro rey, la casa, la de los hermanos Llerandi, como la banca, siempre gana. Casa de Diego, en la madrileña Puerta del Sol, 12, lleva vendiendo abanicos y paraguas desde 1958, inmune y ajena a bombas, modas y tendencias.

Pero además de los vaivenes del termómetro, los Llerandi, Arturo y Javier, sexta generación de un negocio familiar que se remonta a hace 193 años, tampoco le quitan ojo al aeropuerto de Barajas. El incremento de turistas en la capital española supone también un aumento exponencial de las ventas de sus dos productos fetiche.

Exclusividad, tipismo y una ubicación estratégica, claves

Casi con toda probabilidad, Casa de Diego es la tienda española más famosa en el mundo después de Zara, y casi con toda seguridad, “son pocos los turistas que vienen a Madrid que no pasan por nuestro comercio aunque sea a curiosear”, reconoce Javier Llerandi.

Más de 8.000 modelos de abanicos diferentes para elegir (y si no encuentra el suyo se lo pueden hacer de encargo), de fabricación totalmente artesanal y una horquilla de precios que varía de 20 a 6.000 euros. El turismo “supone actualmente el 50% de nuestras ventas de abanicos”.

Pero el tema de las cifras, de facturación o de ventas, es tabú para Javier Llerandi, “simplemente no las facilitamos”, y solo reconoce que “nunca hemos tenido una bajada de ventas de abanicos”. Si en un día normal pueden expender “100 abanicos, en uno de mucho calor las ventas se duplican”.

Un pequeño gran negocio familiar que fundó Fernando de Torre, quien decide trasladarse desde su Asturias natal a Madrid y abre tienda –paraguas, sombrillas, abanicos y bastones– en el número 27 de la calle del Carmen, muy cerca de la actual ubicación.

Javier Llerandi, uno de los dueños, el la tienda ubicada en la Puerta del Sol.
Javier Llerandi, uno de los dueños, el la tienda ubicada en la Puerta del Sol.Manuel Casamayón

Abanicos con mucha historia

En Casa de Diego puede encontrar auténticos abanicos, joyas de los siglos XVIII, XIX y principios del XX; restaurados y autentificados, de nácar, hueso o maderas nobles. De nácar, encaje de Bruselas, perteneciente a la reina Isabel II, La Chata, y restaurado en los talleres de esta tienda fue el delicado abanico que lució Letizia Ortiz en su boda con Felipe de Borbón.

Su sobrino y heredero, Manuel de Diego y de Torre, se independiza y abre su propio comercio en el número 1 de la misma calle en 1840.

La reforma de la Puerta del Sol y su visión de futuro le hizo trasladar allí el negocio. Al no tener descendencia, sería otro sobrino político, Arturo Llerandi, quien se queda al frente en 1931 y cambia el nombre al actual, Casa de Diego.

“Una bomba caída en el metro de Sol en 1937, durante la Guerra Civil, casi destruyó la tienda, que estuvo tapiada hasta 1939”. Tras la contienda, “el abuelo vuelve a abrir y para sobrevivir decide vender merchandising falangista del nuevo régimen”.

Con el dinero ahorrado, “algunas joyas de la abuela y un préstamo de un cuñado, viaja a Barcelona, compra telas y empieza a fabricar paraguas y a levantar el negocio, que dirige hasta casi los 87 años, cuando se retira y cede el testigo a su hijo, nuestro padre”, recuerda Javier Llerandi, “quien también se resistió a jubilarse hasta los 75 años”.

Sus dos sucesores e hijos, Arturo y Javier, acometen la reforma y modernización del negocio, que “no era rentable, tenía una plantilla sobredimensionada y había que sanear las cuentas, racionalizar todo: compras, ventas, almacén, stock”. Hoy, con diez empleados y dos tiendas, la segunda en Mesonero Romanos, 4, que es además taller y museo, el abanico sigue siendo el rey de Casa de Diego.

Además de echar aire, algunos son auténticas joyas y obras de arte. De señora y caballero –más pequeños, lisos y con más tela, para dar más aire (entre 10 y 100 euros)–. Los de señora abarcan más posibilidades, pueden llevar o no encaje, pueden ser lacados o barnizados, calados o lisos, de telas lisas o pintadas a mano, de ricas maderas como el ébano u otros materiales como el hueso o el nácar, que son muy frágiles y más que para dar aire se utilizan como un signo de sofisticación y elegancia en ceremonias.

Manuel Casamayón

Un lenguaje secreto a prueba de carabinas

Además de echar aire, los abanicos han tenido un papel determinante en el juego de la seducción y en el movimiento de liberación femenina.

Este accesorio sirvió para que las damas pudieran burlar la vigilancia de carabinas, hablar con pretendientes o tomar la iniciativa con un solo movimiento al aire. Pasar el abanico por la frente significaba “no me olvides”; sobre el corazón, “te amo”; contar las varillas, “deseo hablarte”.

Las pilladas se avisaban cubriendo parte del rostro, “nos vigilan”; los celos, “sé que miras a otras”, pasando el abanico de una mano a otra; dejarse querer, “me eres indiferente”, cogiendo el abanico por su parte superior, y un arrebato pasional, como “soy tuya”, se mostraba dejándolo caer.

Manuel Casamayón

Datos básicos

Bastones De señora y caballero, de acabados y estética impecables, funcionales o a medida, como los que demanda la Casa Real. Los de señoras cuestan entre 350 euros (por ejemplo, uno de muletilla –empuñadura–, alpaca y palo bocapi) y 600 euros, con muletilla, plata martelet y palo de ébano. Los de caballeros oscilan entre 150 euros, con la conocida empuñadura de pato de asta y caña de bambú, hasta 750, con cayada especial de plata y palo de ébano.

Paraguas Son otro de los productos más populares. Disponen de unos 840 modelos de señora y caballero (de entre 12 y 500 euros), que elaboran artesanalmente. Monturas inglesas, tubos italianos y telas también del país transalpino. El varillaje (de acero), entelado y confección se realizan a mano. Fabrican el clásico modelo Fox, famoso por su característico sonido al abrirlo y por que las telas no se arrugan.

Clientes Proveedores de casas reales, como la española o la holandesa, Gobiernos y embajadas. Fabrican también bajo petición y reparan sus artículos. Buena parte de su éxito se asienta en la calidad y exclusividad de sus productos, algunos de los cuales suscitan mucha curiosidad entre los extranjeros por su tipismo –abanicos, peinetas, mantillas o castañuelas–, y en la estratégica localización de la tienda.

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