_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La carrera hacia el Elíseo

Hollande ha decepcionado a la izquierda sin convencer a los reformistas. Su impopularidad plantea la posibilidad de que no se presente a la reelección

La economía francesa capeó relativamente bien la gran crisis financiera y económica mundial porque nunca generó una burbuja inmobiliaria ni bancaria. Pero es incapaz de superar su crecimiento débil, estancamiento de la productividad, excesivo peso del Estado y capacidad de los sindicatos de bloquear reformas estructurales.

Sus presidentes de centro-derecha (Jacques Chirac, 1995-2007, y Nicolas Sarkozy, 2007-2012) intentaron liberalizar el mercado laboral, y Sarkozy incrementó la insostenible edad de jubilación a 62 años. Los sindicatos echaron una y otra vez a sus miembros a la calle hasta conseguir doblegar la voluntad reformista. La izquierda también se movilizó para conseguir fijar el tope de 35 horas laborales semanales, despropósito que Sarkozy rectificó parcialmente.

El actual presidente, François Hollande, ganó por la mínima a Sarkozy en 2012 con un programa radical de suprimir las reformas, imponer una fiscalidad punitiva a las rentas altas, impedir las deslocalizaciones y creación de más empleos públicos. Pero la realidad de la crisis de la eurozona evitó su aplicación. Hollande ha gastado su capital político en intervenciones militares en el extranjero, empezando por el envío de tropas a Mali para derrotar a una potente insurgencia islamista, la participación en la coalición que acabó con el régimen de Gadafi y actualmente en la que combate contra Estado Islámico en Siria. Pero el incremento del déficit público, el crecimiento mínimo, el mantenimiento de la tasa de desempleo en un 10% (tres millones de parados) y las advertencias de la Comisión Europea obligaron a Hollande a replantearse su política económica. Sustituyó al ineficaz Jean-Marc Ayrault por el reformista Manuel Valls al frente del Gobierno en 2014 y prometió reformas. Desgraciadamente, la sucesión de bárbaros atentados terroristas desde el año pasado ha desplazado la atención del Gobierno y de gran parte de la sociedad francesa hacia la seguridad. Se ha prorrogado el Estado de emergencia.

Hollande ha decepcionado a la izquierda sin convencer a los reformistas. Su alta impopularidad plantea la posibilidad de que no se presente a la reelección en los comicios del próximo mayo. Los candidatos con más opciones para ganar las primarias del Partido Socialista el próximo enero son Valls y el joven ministro de Economía Emmanuel Macron. Valls forzó la aprobación por parte de la Asamblea Nacional de medidas que favorecen la negociación directa entre empleados y empresarios al margen de los grandes sindicatos, provocando diversas movilizaciones en plena Eurocopa. Aún goza de una imagen de reformista con ímpetu y capacidad de decisión rápida, amén de firmeza ante los desafíos de seguridad atesorada como ministro del Interior.

"Valls aún goza de una imagen de reformista con ímpetu y capacidad de decisión rápida, además de firmeza"

Nicolas Sarkozy presentó esta semana su campaña para la nominación de su partido, Les Républicains. El ex presidente es partidario de un estímulo fiscal a partir de 2017 para fomentar el consumo. Reduciría en un 10% el impuesto sobre la renta y eliminaría los impuestos de sucesión en línea directa para patrimonios hasta los 400.000 euros. Financiaría dichas medidas con una disminución del gasto público de 300 millones de euros y la supresión de 300.000 plazas de funcionarios. Sarkozy además recortaría la fiscalidad sobre las rentas más bajas, flexibilizaría la semana laboral de 35 horas, restablecería las horas extras exentas de tributar, fijaría una tope para las indemnizaciones por despido y retrasaría la edad de jubilación a los 64 para el año 2025. Sus probables contrincantes en el seno de Les Républicains serán los ex primeros ministros Alain Juppé y François Fillon. François Bayrou, eterna esperanza de los liberales, se presentará únicamente si el candidato de la derecha moderada es Sarkozy.

Jean Baneth, ex director del departamento de Economía Internacional del Banco Mundial, confirma que Francia debe potenciar el aprendizaje de oficios, fomentar una mayor innovación mediante colaboraciones entre empresas, universidades y centros de investigación y apoyar a la pymes. También es partidario de liberalizar los horarios comerciales en las zonas más turísticas. Ante un descenso de la llegada de turistas del 10% en París el primer semestre y 8,3% en el resto de Francia en este periodo, resulta incomprensible para muchos turistas extranjeros que en pleno verano se cierre el acceso a los magníficos castillos del valle del Loire antes de las seis.

Las primarias del centro-derecha –inéditas hasta ahora– se celebrarán en noviembre. Manuel Valls tiene tiempo para concretar su programa electoral. Es por lo menos tranquilizante que el apodado “Sarkozy de la izquierda” haya propuesto alianzas con el centro-derecha para evitar victorias del Frente Nacional en las legislativas de junio.

Alexandre Muns Rubiol es profesor de EAE Business School.

Archivado En

_
_