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Siempre nos quedará París

Al contrario de lo que pueda parecer, esta energía gozará de una ra-zonable salud en las próximas décadas

Thinkstock

El reciente Acuerdo de París, alcanzado en la XXI Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, pretende limitar el incremento global de la temperatura por debajo de los dos grados en 2100, dejando la puerta abierta al objetivo de 1,5 grados. Para cumplir con este objetivo se debe alcanzar “un pico de emisiones lo antes posible” y avanzar hacia emisiones netas nulas en la segunda mitad de siglo.

En principio, cabe pensar que un acuerdo consistente en las limitaciones de emisiones de CO2 pudiera ser negativo para todas las centrales que consumen combustibles fósiles. Sin embargo, acercando la lupa al problema, se matiza claramente que no es la misma situación para el carbón o el petróleo que para el gas natural.

La neutralidad de emisiones en la segunda mitad del siglo quiere decir que hay que avanzar para que en el año 2050 prácticamente todo el sistema eléctrico este descarbonizado (90%-100%), si bien, dada la aleatoriedad, variabilidad e intermitencia de las energías renovables, se hace necesaria la presencia de una cierta generación firme, flexible y predecible de respaldo. Naturalmente, esta generación deberá realizarse con mínimas emisiones de CO2 posibles. Dentro de las posibles tipologías de centrales con menores emisiones de CO2, solo las que consumen gas natural son capaces de cumplir esos atributos de firmeza y flexibilidad.

En el periodo transitorio hasta la mitad de siglo, se irá produciendo una sustitución paulatina de las plantas de generación, desde el parque actual a uno que sea libre de emisiones. Pero por razones de mayor eficacia, esta sustitución se hará inicialmente de las centrales de carbón sustituyéndolas por aumentos de producción de las actuales centrales de gas en ciclo combinado que ahora tienen una utilización limitada, consiguiendo así una reducción importante de emisiones. Posteriormente, se irá avanzando en la sustitución de otras fuentes menos contaminantes a medida que se vayan incorporando plantas de energías renovables. Quedando en todo caso aquellas centrales de gas que, una vez han dejado su papel de generación de base, cumplen con su misión de generación de respaldo.

"Hasta mitad de siglo, se irá produciendo una sustitución de las plantas de generación, inicialmente las de carbón"

Para maximizar la integración de las energías renovables será preciso extremar la flexibilidad de los actuales ciclos combinados en lo relativo a sus mínimos técnicos, que deberán ser lo más bajos posible, para evitar así el vertido de las energías renovables, que por razones de seguridad del sistema, por no caber en la curva de carga, deban despreciarse, no aprovechando una parte de esta energía libre de emisiones, con costes variables casi nulos y, además, totalmente autóctona.

Las plantas nucleares contribuyen a la mitigación del riesgo del cambio climático, ya que no son emisoras de gases de efecto invernadero. En el caso de la no extensión de su actual vida útil, o incluso con la extensión de aquellas que lleguen al final de su actividad, la producción de base de estas centrales deberá ser sustituida, en buena parte, por producción térmica convencional y no habrá otras alternativas realistas que las centrales de gas natural, tal como ocurre en el caso de la sustitución de las plantas de carbón.

Estas centrales tendrán una escasa utilización que apenas llegará a las 1.000 horas al año, por lo que para recuperar las inversiones será necesario instrumentar complementos regulatorios como pagos de capacidad o modificar el mercado actual considerando, además, un mercado de potencia.

El conseguir el objetivo pretendido implica que hay que sustituir el consumo de productos petrolíferos mediante la electrificación de la demanda energética y la utilización de vectores energéticos con menores emisiones como el gas natural, en lugar de derivados del petróleo en calefacción y en el transporte marítimo y de mercancías.

No siempre es fácil la descarbonización del transporte, bien porque aún no existe una tecnología eléctrica rentable o porque no sean las condiciones necesarias para el cambio modal, en estos casos los motores propulsados por gas natural pueden jugar un papel relevante en la reducción de emisiones. Están preparados para el consumo de combustible en dos estados diferentes del gas: gas comprimido y gas licuado

"Hay que sustituir el consumo de productos petrolíferos mediante la electrificación de la demanda energética y el uso de vectores energéticos con menores emisiones"

Además, en 2030, entre un 20% y un 25% del transporte pesado deberá realizarse por ferrocarril eléctrico, mientras que por carretera deberá hacerse el resto. Estos porcentajes deberán alcanzar las cuotas de 40%-60% en el año 2050. Pues bien, de este resto, la mayoría deberá realizarse con vehículos híbridos o eléctricos o con biocombustible o gas natural vehicular, en este caso dadas las largas distancias abordadas por los camiones y su necesaria autonomía, la alternativa óptima será el gas natural licuado. Lo mismo cabe intuir en el transporte con vehículos ligeros, que deberán ser sustituidos por vehículos híbridos, eléctricos o impulsados por gas natural.

Se deberá abordar la transformación de los consumos energéticos en el sector agrícola y pesquero, pues la gran mayoría de las embarcaciones funcionan actualmente con productos derivados del petróleo. La utilización del gas natural en usos marítimos, tanto de transporte como en el sector de la pesca extractiva, deberá incrementarse hasta alcanzar una penetración de entre el 12% y el 27% en 2030, partiendo de una presencia casi nula en el año pasado.

En esa fecha, el gas natural deberá representar entre el 29%-30% del total de consumo de energía final frente al nivel actual de gasificación del 19%.

Vemos, pues, que muy al contrario de la primera impresión que puede derivarse de un acuerdo para limitar emisiones, el gas natural gozará de una razonable salud en las próximas décadas hasta el punto de que, parodiando a Bogart en Casablanca, las empresas de gas natural podrán decir aquello de “siempre nos quedará París”.

Alberto Carbajo es consultor internacional de energía.

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