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Macroeconomía | 38 Aniversario de Cinco Días

El rescate de los parados, el gran reto del Gobierno

El mercado laboral busca su amarre en la recuperación.

Evolución del trabajo en España
Alejandro Meraviglia

Cuando un avión está volando y existen vientos de cola, es decir, corrientes de aire que lo golpean desde su parte posterior empujándolo hacia delante, en cabina se perciben unas cuantas turbulencias. Pese a cierta incomodidad para los pasajeros, sin embargo, el aparato podrá cubrir el trayecto asignado en un tiempo inferior al inicialmente previsto, o gastará menos combustible. Precisamente de unos vientos de cola se ha beneficiado en los últimos dos años la economía española: los tipos de interés y el petróleo.

Así, por un lado, una economía sobreendeudada como la de España ha podido disfrutar del papel intervencionista del BCE: unos tipos de interés especialmente bajos –en dos años cayeron 200 puntos básicos para las pymes– implican una inyección de liquidez para las empresas endeudadas y un impulso a la demanda para las que necesitan recursos.

Por otro lado, el abaratamiento del barril de Brent, hasta el mes de enero, ha permitido a España –que importa la práctica totalidad del crudo que consume– ahorrar unos 12.444 millones de euros en 2015.

En todo caso, el FMI augura que la economía española, después de haber crecido en 2014 y 2015 un 1,4% y un 3,2%, respectivamente, avanzará este año un 2,6%, según su última estimación, una décima menos con respecto a la anterior.

Los augurios del organismo internacional son lo suficientemente buenos como para sugerir incluso que el próximo año el PIB per cápita español, que se situará en unos 33.241 euros, superará por primera vez al de Italia (hasta ahora la cuarta economía más grande de la Unión Europea), que será de unos 32.771 euros.

La práctica totalidad del empleo que se crea es de asalariados

A los factores que impulsan la actividad, el economista jefe para España del servicio de estudios de BBVA, Miguel Cardoso, añade una política fiscal que el año pasado se volvió expansiva, a través del aumento del gasto primario en las comunidades autónomas y de la reducción de la presión en el IRPF. Consecuencia de todo ello, la entidad prevé que el PIB cierre este ejercicio y el próximo con un crecimiento del 2,7%, una décima más que la estimación del FMI.

Para 2017, sin embargo, BBVA ve sesgos a la baja. “Los vientos de cola seguirán soplando, pero con menos fuerza; no hay mucho margen para que los tipos de interés disminuyan más, puesto que alcanzamos la barrera nominal del 0%, y en política fiscal se han ido anunciando medidas para que el gasto autonómico y del Estado ya no aumente tanto, lo que apunta a una desaceleración de la actividad”, resume Cardoso.

En este contexto, y con una tasa de paro que se sitúa por encima del 20% desde 2010, uno de los desafíos a largo plazo que tiene por delante el Ejecutivo es continuar con la recuperación del mercado de trabajo.

Una senda positiva que, en términos interanuales, empezó en el primer trimestre de 2014 y no ha parado desde aquel entonces. Al cierre de marzo, último dato conocido en la encuesta de población activa (EPA), el número total de ocupados fue de 18,03 millones de personas, lo que significa que hay 574.800 empleados más que en el primer trimestre del año pasado y 1,057 millones más con respecto al mismo periodo de hace dos años, de los que la mayoría –unos 800.000– pertenecen al sector de los servicios.

Thinkstock

Las cifras

2,6% es el crecimiento de la economía española en 2016 previsto por el FMI. El servicio de estudios de BBVA estima un PIB del 2,7% en 2017, pero con sesgos a la baja.

1,2% es la estimación del PIB del Gobierno en funciones, con un alza del 10% en el precio del crudo, un ajuste del 4% en el comercio internacional y una subida de 100 puntos de la prima de riesgo.

6 regiones españolas se encuentran entre las diez con mayor paro de la Unión Europea: Melilla, Andalucía, Canarias, Extremadura, Ceuta y Castilla-La Mancha.

El ritmo anual de creación de empleo registrado en el primer trimestre se situó así en un 3,29%, el más alto desde el inicio de la recuperación. La afiliación a la Seguridad Social también mejora: creció en 198.000 trabajadores en mayo, hasta los 17.661.840, según el Ministerio de Empleo.

En opinión de Josep Oliver, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, se trata de una mejora “intensa”, liderada por los sectores que más fueron golpeados por la crisis. En primer lugar, la construcción, que perdió un 65% de sus efectivos, ha crecido un 9,3% en los últimos dos años (87.000 empleos).

Este sector por sí solo supuso un 47% de los 3,8 millones de empleos destruidos entre el tercer trimestre de 2007 y el primer trimestre de 2014, aunque el catedrático sugiere que este porcentaje se podría elevar hasta un 60% si se consideraran todas las actividades relacionadas.

En segundo lugar se encuentra la industria, que ha subido un 7,8% (179.000 empleos). Los servicios lideran las contrataciones en términos absolutos (826.000 puestos), con un alza del 6,5%. Sigue cayendo en agricultura, que en el mismo periodo perdió a 35.000 trabajadores (-4,4%).

La tendencia registrada es una recuperación más marcada del empleo masculino, de bajo nivel educativo, juvenil y de los inmigrantes. Asimismo, desciende el de jornada laboral muy reducida y sube el que supone más horas trabajadas al día (superior a 30 horas semanales). Además, mientras en los peores momentos de la crisis crecía el empleo de autónomos y menguaba el de los asalariados, ahora la práctica totalidad del trabajo que se crea es de asalariado.

Todo ello lleva a Oliver a deducir que “el mercado laboral español tiene una fortaleza de fondo”, pero matiza que la reabsorción de parte del empleo destruido durante la crisis se está realizando y se hará no solo a través de la creación de puestos, básicamente en el sector terciario, sino también de la salida al exterior de los trabajadores y el progresivo envejecimiento de la población. Y que la falta de políticas activas de ocupación eficaces podría llevar a la sedimentación de un paro estructural muy difícil de erradicar.

Un dato que preocupa especialmente a este experto en mercado laboral es la enorme similitud que existe entre el crecimiento de la ocupación y la subida del PIB. “Esto quiere decir que el aumento de la productividad es prácticamente nulo; mal asunto”, advierte Oliver. Además, en once años, de 1997 a 2008, los costes laborales unitarios en España –es decir, el crecimiento salarial dividido por el crecimiento de la productividad– se incrementaron un 38%, por encima de la productividad media.

Esta pérdida de competitividad se traduce en una deuda externa que, cifrada por el Banco de España en 1,8 billones de euros –un 167% del PIB–, tiene tal tamaño que “constituye la principal fragilidad de nuestra economía”, asegura el catedrático.

La recuperación de la competitividad no solo tendría como consecuencia una balanza exterior positiva, “lo que sería razonable para un país avanzado”, sino también la devolución de la deuda externa, con el efecto de robustecer la confianza de los inversores hacia España. Y esto solo se obtiene a través de un incremento del PIB y la generación de superávit exterior, por lo que “o se mejora la productividad, o se contienen los salarios, o se hacen las dos cosas a la vez”, concluye Oliver.

El compromiso necesario entre la periferia y el núcleo de Europa

Con una tasa que en el primer trimestre roza el 100% del PIB, la deuda pública española –unos 1,095 billones de euros– ha alcanzado niveles nunca vistos en un siglo, aunque su coste se sitúa en mínimos históricos gracias a los bajos tipos del BCE. La Administración cerró el año 2015 con un déficit del 5% del PIB, mientras la Comisión Europea exige este año un ajuste inabarcable que lo comprima al 2,8% y prepara la sanción por este incumplimiento.

En este marco, “es preciso que los intereses no aumenten hasta que se reduzca el déficit público”, afirma el profesor Josep Comajuncosa, del departamento de economía de Esade. Sin embargo, la mejora de las cuentas públicas deberá ser fruto, en sus palabras, de un aumento de los ingresos “y no de recortes del gasto”, si se quiere evitar un frenazo de la economía.

España comparte un alto nivel de endeudamiento con otros países de la periferia y con Francia y Bélgica. Alemania y los socios del “núcleo europeo”, como Holanda, Finlandia y Austria, empiezan a mostrarse incómodos con la política del BCE, debido a la merma que constituye para sus ahorradores y sus bancos. Se trata de “un foco de tensión muy claro dentro de la zona euro”, que permanecerá a corto plazo, señala Comajuncosa. 

“Existe el peligro de que desde el sur confiemos en que esta política de tipos cero se mantenga indefinidamente: no es así”, por lo que en algún momento la reducción del déficit público se antoja inevitable para recortar la deuda. La clave se encuentra idealmente, según el experto, en un equilibrio entre un compromiso por parte de los países del sur de Europa para reducir su déficit y, en el caso de los Estados menos endeudados, para soportar durante un tiempo la mano tendida del BCE a la periferia.

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