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Columna
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La difícil posición de Hollande en Francia

El presidente François Hollande está en una posición más lamentable que la economía francesa. Aunque el desempleo está en un máximo histórico de 3.591 millones, el consumo se mantiene y el crecimiento podría llegar a ser mayor de lo que los economistas habían previsto antes. Pero los errores están haciendo que Hollande y su partido, los socialistas, cada vez sea más vulnerable de cara a las elecciones presidenciales de 2017.

En primer lugar, las protestas y huelgas obligaron al Gobierno a empezar a diluir las reformas emblemáticas que se suponía que iban a inyectar un nuevo dinamismo en el mercado laboral. Esto no ha satisfecho ni a los empleadores ni a los que se oponen a las reformas. El 30 de marzo, Hollande tuvo que abandonar su plan de despojar de la nacionalidad francesa a los condenados por terrorismo, una política que defendió tras de los ataques de noviembre en París.

Hay hilos comunes. Hollande calculó mal la resistencia a ambas políticas de algunos de sus propios legisladores y simpatizantes socialistas tradicionales. Además, la comunicación que él y su Gobierno han llevado a cabo ha sido una chapuza, sobre todo en el caso de la reforma laboral. Escuchar a los socios clave y forjar un consenso con suficiente antelación habría ayudado en ambos problemas.

Parece cada vez más improbable que el presidente galo sea capaz de lograr la reelección

El resultado es que parece cada vez más improbable que Hollande sea capaz de lograr la reelección. Una encuesta publicada el 30 de marzo mostró que sería tercero en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, detrás de Marine Le Pen del Frente Nacional, de extrema derecha, y Nicolas Sarkozy, de los republicanos. Hollande podría, hacerse –o ser empujado– a un lado. Pero esto no resolverá el problema de los socialistas. Necesitan a alguien de izquierdas para ganar cualquier elección primaria en el partido, pero abierto al cambio para ganarse el respaldo nacional. Tanto el primer ministro, Manuel Valls, como el ministro de Economía, Emmanuel Macron, se han comprometido con las reformas y son más populares a nivel nacional que Hollande, pero provocan una reacción visceral entre algunos socialistas.

Es poco probable que la incertidumbre política frene de golpe el crecimiento francés, pero las luchas internas en el partido gobernante y la inmovilidad política no son una buena receta para un mayor dinamismo económico.

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