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Columna
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Lecciones de Wall Street a la política

Aparte del uso de información privilegiada, ¿qué pueden aprender los políticos estadounidenses de Wall Street? Parece que algo sobre la gestión del correo y las comunicaciones electrónicas. Los escándalos bancarios –desde el relacionado con el intercambio de divisas a la tasa Libor– han sido desterrados porque la correspondencia debe alojarse en plataformas autorizadas. El alboroto sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton tiene lugar en un momento de aprendizaje para la clase política sobre los riesgos de los hackers y la opacidad.

La que fuera responsable del Departamento de Estado de Estados Unidos, y que parece que será la principal candidata demócrata para las elecciones presidenciales del año que viene, asegura que ha entregado toda la correspondencia oficial electrónica enviada desde el servidor instalado en su casa, en contra de la política del Departamento de Estado, excepto unos 30.000 correos electrónicos, que dice que eran personales.

Es imposible asegurar si esto es cierto, porque no permitirá que un árbitro independiente investigue si estos mensajes eran sobre yoga o rutinas diplomáticas. Este uso de un sistema privado para la comunicación oficial y la resistencia a la investigación externa no tendría lugar en una institución financiera regulada.

Al menos ha mantenido la mayoría de los mensajes. Los gobiernos estatales y locales estadounidenses no suelen pedir a los funcionarios que mantengan los documentos electrónicos durante un tiempo considerable.

Hay una buena razón para exigir a funcionarios y burócratas que sigan las políticas de comunicación y archivo de documentos del sector financiero. Permitir usar ordenadores y servidores privados implica que pueden ser más propensos a ser hackeados, esconder documentos o borrar pruebas. Eso, a su vez, erosionaría aún más la fe en importantes instituciones democráticas. Los políticos pueden aprender de las meteduras de pata con el correo electrónico en Wall Street.

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