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Columna
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Reino Unido merece algunos soñadores

El poder a veces domestica en lugar de corromper. Un ejemplo es Yanis Varoufakis. El nuevo ministro de Finanzas griego, que una vez se describió a sí mismo como un “marxista errático”, ya no habla como un profesor provocador. Atrás quedaron sus diatribas sobre la bestia financiera estadounidense que apodó el Minotauro Global. Ahora Varoufakis se limita a darse codazos con sus compatriotas y aplacar a los ministros de finanzas europeos.

Las próximas elecciones generales en Reino Unido implican que debería abrirse la temporada de atacar a la sabiduría convencional y sugerir políticas radicales. La organización benéfica Oxfam, los académicos Colin Hay y Anthony Payne y la Iglesia de Inglaterra han publicado recientemente libros o documentos con sus ideas sobre la economía británica. Estas podrían haber sido mucho mayores. A Reino Unido le falta su Varoufakis preelectoral.

Para empezar, hay un mezquino pesimismo sobre el estado de la economía de Reino Unido, especialmente en comparación con la mayor parte del mundo. Si los británicos son “un pueblo en crisis”, como Justin Welby, arzobispo de Canterbury, reclama, no es porque la economía esté malherida. Tampoco tiene sentido describir el “modelo de crecimiento anglo-liberal” como en “ruinas”, como hacen Hay y Payne. Incluso el más matizado informe de investigación de Oxfam sobre Reino Unido exagera cuando describe al país como “ambientalmente poco seguro y socialmente injusto”.

En una visión más amplia, el hecho clave sobre la economía británica es que cuenta como desarrollada. El historial británico en materia de educación y de oportunidades económicas es un poco menos estelar, pero todavía impresionante por cualquier criterio razonable. Y mientras Hay y Payne afirman que las disposiciones actuales son “ambientalmente insostenibles”, los países ricos, entre ellos Reino Unido, se están convirtiendo de hecho en más verdes.

Las próximas elecciones británicas implican que debería abrirse la temporada de atacar a la sabiduría convencional

Los críticos hacen bien en señalar los problemas con el sistema de empleo y las redes de seguridad social. Eso es lo menos que pueden hacer. Sin embargo, el pesimismo se exagera fácilmente.

Los críticos suelen imitar el tono de los grandes reformadores sociales del siglo XIX, que arremetieron contra el empobrecimiento de los trabajadores de las fábricas. Pero si quieren hacer frente a una cuestión igualmente importante, los radicales de hoy deberían preguntar, con furiosa intensidad, cómo pueden el gobierno británico y la población ayudar a disminuir la mayor injusticia económica de la era actual –no la desigualdad dentro de los países ricos, sino la persistencia de la pobreza a nivel mundial–.

Alrededor del 15% de los 7.000 millones de personas del mundo no puede permitirse cosas como una dieta o una vivienda adecuadas. Y, como señala el economista Martin Ravallion, más del 90% de la población de las economías en desarrollo contaría como pobre en un país desarrollado. Esto resulta en unos 5.000 millones de personas pobres de los países más pobres, en comparación con como mucho 80 millones en todo el mundo desarrollado.

Quienes se encuentran en la actualidad dentro del sistema están trabajando en el problema, pero tienen que ser pragmáticos. Deben trabajar en la construcción de instituciones, dirigir la ayuda y fomentar la inversión. Los radicales que están fuera pueden proponer ideas más revolucionarias.

Esos críticos valientes también deberían cuestionar los valores económicos de la nación. Incluso el texto de la Iglesia de Inglaterra es sorprendentemente condescendiente con la excesiva preocupación de la gente por la riqueza. La retórica contra la codicia y la adicción a las novedades tecnológicas deberían ser más fuertes. Hay espacio para asaltar de forma frontal el consumismo, el materialismo, la publicidad, la especulación financiera y lujos frívolos. ¿Y qué tal un poco de alabanza a la moderación?

¿Podría cualquier partido político que avanzara en tal agenda tener alguna esperanza de hacerse con el poder? Casi seguro que no. Sin embargo, esa es clave de ser una voz externa. Las críticas externas suenan actualmente de forma demasiado parecida a la de quienes vienen de adentro. Los políticos que va a ganar las elecciones pueden apreciar este consejo práctico. Pero los críticos están desperdiciando una oportunidad de adelantar algunas ideas verdaderamente radicales.

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