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Columna
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Google aprende sobre sanidad

Costosos encontronazos con los reguladores estadounidenses han enseñado a Google que los medicamentos y la biotecnología pueden ser más complicados que el negocio de las búsquedas. Ahora se está uniendo a empresas farmacéuticas y otras que conocen el terreno legal para evitar problemas.

El último tropiezo de la compañía llegó el año pasado, cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos castigó a 23andMe por la venta de pruebas genéticas no probadas y por ignorar las advertencias regulatorias. La empresa de biotecnología fue financiada por Google e impulsada por la esposa del cofundador, Sergey Brin.

Hay, por supuesto, buenas razones para regular estrictamente la salud. Los medicamentos pueden tener efectos secundarios peligrosos, y las pruebas defectuosas pueden dar lugar a diagnósticos equivocados.

La responsabilidad del gobierno en la supervisión impulsó a Brin a comentar recientemente que la salud “es un negocio doloroso”. Pero, en lugar de salir, él y sus colegas han adoptado un enfoque diferente: asociarse con empresas que saben lo que hacen.

En julio, por ejemplo, Google anunció que desarrollaría con Novartis la tecnología para la fabricación de lentes de contacto inteligentes que los diabéticos podrán utilizar para medir sus niveles de glucosa. Aunque las lentillas pueden causar problemas en los ojos a los diabéticos, la empresa farmacéutica está más cualificada que el buscador para equilibrar los riesgos y beneficios guiar a la tecnológica en el proceso normativo. Del mismo modo, Calico, una startup de biotecnología respaldada por Google, anunció el miércoles que está formando una empresa conjunta con la farmacéutica AbbVie por valor de hasta 1.500 millones de dólares (1.156 millones de euros) para investigar posibles curas de enfermedades asociadas a la edad.

Estos y otros movimientos sugieren que Google todavía tiene grandes ambiciones en el campo de la salud. Pero la compañía reconoce que incluso su vasta experiencia tiene límites.

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