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El Foco
Tribuna
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Bienestar para todos

El objetivo de un Gobierno, desde la óptica económica al menos, se concreta en un programa que debe tener como principal meta facilitar a los ciudadanos el Estado de bienestar en un sentido amplio.

En 1957, la Fundación Ignacio Villalonga publicó, dentro de su colección Biblioteca de Estudios Económicos, la obra Bienestar para todos, recopilado por Wolfram Langer. Se trata de un trabajo de síntesis de la labor de Ludwig Erhard Grabstätte, democristiano y con claras inclinaciones liberales que puede interesarnos en su labor como ministro de Economía, ya que se le considera como el padre del milagro económico alemán de posguerra. En mi opinión, la obra está repleta de ideas, de justificaciones técnicas de las políticas adoptadas y por ello constituye un punto de referencia interesantísimo en el momento de afrontar la toma de decisiones en una situación de crisis o de poscrisis económica. Y entre otras cuestiones, ha venido a mi memoria porque en el momento actual se habla bastante en España de productividad como punto de referencia de algunas decisiones.

Pienso que cuando se emprende un debate político o simplemente se utiliza en él algún término económico, se cae a menudo en una especie de frivolidad técnica, que suele tener un objetivo de seducción para los afines, para los correligionarios y también en ocasiones para el gran público, pero que debe centrarse convenientemente, para conseguir al menos tener la satisfacción de abrir un debate que resulte enriquecedor y apartado de cualquier tentación partidista.

Erhard superó el paradigma del ciclo económico y buscó la prosperidad mediante la competencia

Me parece que cuando se habla de productividad no se tiene en cuenta en qué consiste y ello puede deberse a que existen varias productividades, según le interese a cada uno. Erhard nos dice que el consumo no tiene que hacernos olvidar el acrecentamiento de la productividad de la economía. Y él impulsó una política económica expansionista, elevando la oferta e impulsando la competencia. Con ello consiguió proporcionar altas tasas de empleo. Así nos acercamos a la productividad bien entendida.

Porque si pensamos en la productividad como la relación entre la cantidad de productos y servicios obtenidos y los recursos utilizados y además introducimos el factor tiempo, nos aproximamos a un indicador de eficiencia.

La cuestión descansa sobre la vinculación al ciclo económico y a algunas reformas laborales para tratar de achacar a la baja productividad todos los males. Erhard superó el paradigma del ciclo económico y con su política buscó la prosperidad para todos, pero prosperidad mediante la competencia.

Las situaciones no son iguales a lo largo del tiempo y en diferentes entornos. En la actualidad estamos inmersos en la Unión Europea por una parte y en la globalización de la economía por otra. El planteamiento del bienestar para todos de Erhard no podría tener la misma aplicación, pero sigue siendo válido en lo fundamental. En conseguir mantener la productividad en continuo crecimiento porque así se garantiza la competencia.

En épocas como la actual, en la que los incrementos de precios son muy bajos y hasta se plantean respuestas para atajar un atisbo de deflación, los salarios reales aumentan y debe aprovecharse esta situación para conseguir más productividad. Incluso es posible bajar precios y subir salarios con la precaución de que el incremento de salarios que no se produzca con aumentos de la productividad terminará implicando subidas de precios y falta de competitividad.

Otro factor de influencia en la productividad viene por el impacto impositivo que sufren los ciudadanos, por la excesiva voracidad de un Estado recaudatorio para cubrir su desorbitado gasto. Erhard asume que es improbable que los Estados en pleno siglo XX se aligeraran. Yo, sin embargo, creo que corremos hoy el riesgo de perder una ocasión histórica, al amparo de la crisis económica, para adelgazar el gasto público, especialmente aquel que no genera riqueza ni empleo. Pero esto requiere una decidida actuación diferenciando aquello que aporta y lo que no lo hace al bienestar de los españoles. En el momento actual, la Comisión Europea propone disminuir la fiscalidad de las rentas del trabajo y compensar esta caída de ingresos con un aumento de los impuestos que gravan el consumo, el patrimonio y el medio ambiente. Si el primer punto parece claro, los demás ofrecen serias dudas.

Para que todos tengan opción a mejoras, se precisa un PIB mayor y también tasas altas de crecimiento

La elevación del nivel de vida de la sociedad se basa en el PIB como factor de referencia. Para que todos puedan tener opción a mejoras se precisa que la base del reparto sea grande, cuanto más, mejor. No se trata de alterar las cuotas de reparto mejorando a unos en detrimento de otros, sino que todos puedan progresar y para ello se precisa una base mayor. En el momento actual hay cierta euforia, con pronósticos de crecimiento que superan las previsiones, pero se necesita que esto se convierta en una realidad. Se precisa un PIB mayor y también tasas más altas de crecimiento.

Un mercado de financiación adecuado resulta también un requisito indispensable para conseguir productividad. No es solo por los costes sino también por las posibilidades de acceso a la financiación y a plazos que faciliten la seguridad de poder disponer de recursos para afrontar el proceso inversor con garantías de éxito.

La moneda, ha constituido, y lo sigue haciendo, un elemento de influencia sobre la productividad, con especial peso en los negocios internacionales. Pertenecemos a la Unión Europea, con una moneda común, es decir, no manejable unilateralmente. Su evolución afecta a todos los países de la Unión Europea pero repercute de manera diferente.

El panorama actual se centra en las medidas de impulso que desde el BCE parece que se desarrollarán en próximas fechas. Se baraja una posible bajada de tipos de interés, lo que produciría una cierta relajación de las tensiones que viene sufriendo el euro. Tanto la Reserva Federal como el Banco de Inglaterra llevan tiempo aplicando una política de compra de activos y el BCE se plantea realizarla sin esterilización, lo que resolvería la dificultad de conciliar la estabilidad del euro y el necesario control monetario.

Esperemos que con todo ello se consiga el ansiado bienestar para todos.

Cecilio Moral es catedrático de Economía Financiera de ICADE.

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