_
_
_
_
_
Breakingviews
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El reto del nuevo primer ministro

Manuel Valls concurrió a las primarias presidenciales del Partido Socialista francés en 2011 con una plataforma de liberalismo económico, ley y orden. Fue derrotado, logró poco más del 5% de los votos. Dio su apoyo a François Hollande, que primero lo hizo el ministro del Interior y el lunes lo nombró primer ministro. Las inclinaciones de Valls por el libre mercado están en sintonía con el reciente cambio en la oferta política del presidente. Pero su principal problema será el ala izquierda de su propio partido.

El nombramiento de Valls trae un cambio positivo, después de dos años con un gabinete débil y un presidente vacilante. Pero el nuevo primer ministro ha sido designado para dedicarse a las políticas del presidente, no a las suyas propias. Al anunciar el nombramiento de Valls, Hollande insistió en que mantendría el curso reformista, lo que indica que los recortes ya anunciados a los costes laborales se equilibrarán con la reducción de impuestos. En un país donde las reformas a favor de los negocios se critican rutinariamente como regalos a los ricos, el presidente parece interesado en calmar las críticas que vienen de su izquierda con ayudas a los hogares.

Así que tal vez la disciplina fiscal a favor de la que Valls hizo campaña hace tres años tendrá que esperar. El déficit francés fue del 4,3% del PIB el año pasado, y el objetivo de reducirlo al 3% para el año que viene se ve lejano. Sin embargo, un retraso en la consolidación fiscal no sería grave si Valls utilizara su cargo de primer ministro para convertir las palabras tranquilizadoras del presidente en las reformas de la economía francesa necesita.

Los cambios deseados son poco espectaculares. Son de los que requieren un trabajo paciente de muchos años. La lista incluye mejorar el sistema educativo, liberalizar las industrias de servicios, y revisar el derrochador e ineficaz sistema de la formación profesional.

Valls necesitará el apoyo incondicional de Hollande para convencer a los franceses –incluidos muchos socialistas– de que puede poner al país de nuevo en la senda del crecimiento.

Archivado En

_
_