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Ingvar Kamprad
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El éxito del ahorro

Que en un turismo cualquiera caben a la vez un escritorio, una silla, una estantería, una mesilla de noche y varios elementos más de mobiliario doméstico es algo que nos descubrió un sueco que también sacó de muchos el manitas que llevaban dentro. Con sus productos desmontados a precios ajustados, la empresa de Ingvar Kamprad (Småland, Suecia, 1926) se convirtió en líder del sector de distribución de muebles y objetos de decoración para el hogar. La creación de este empresario no es otra que Ikea.

El veterano directivo anunciaba esta semana su retirada del consejo de Inter Ikea, la compañía que controla la marca. Sin embargo, a sus 87 años parece que Kamprad no tiene intención de jubilarse definitivamente y, a través del comunicado en el que anunciaba su marcha, explicaba también que continuará vinculado a la firma como asesor. Lo sustituirá en el cargo su hijo menor, Mathias Kamprad, que continúa así el relevo generacional que se inició en 1986 cuando el fundador de Ikea decidió abandonar la gerencia y cedérsela a otro de sus tres descendientes.

Seguro que el fundador de Ikea no podía imaginar el tamaño que adquiriría la compañía cuando la fundó a sus 17 años. Mucho menos podía figurárselo años antes, cuando todavía era un niño que se dedicaba a vender cerillas a sus vecinos. De ahí pasó a estar incluido entre los hombres más ricos del mundo. La clasificación de millonarios de la revista Forbes lo situaba en marzo en el puesto 412 a nivel global con una fortuna de 3.300 millones de dólares, unas cifras que no son nada despreciables pero que están lejos de las alcanzadas en 2006, cuando el empresario sueco apareció en la misma lista como el cuarto hombre más rico del planeta por los 23.000 millones de dólares a los que ascendía su fortuna (parte de su caída en la lista se debió a la forma de contabilizar su patrimonio al descubrir que algunas de sus participaciones empresariales pertenecían a una fundación sin ánimo de lucro).

Precisamente cuando era considerado uno de los mayores multimillonarios, unas declaraciones suyas en una televisión suiza –país en el que reside desde la década de los setenta– hicieron correr ríos de tinta. El motivo no fue otro que la sorpresa de los ciudadanos al escuchar de su boca que nunca viajaba en primera clase, no frecuentaba hoteles de lujo, hacía a veces uso del transporte público y que su vehículo no era ningún automóvil de lujo sino un Volvo que por aquel entonces contaba ya con 15 años a sus espaldas.

Demasiado tacaño para algunos, en lo que la mayoría sí coincide es en que el octogenario Kamprad, que tradicionalmente ha evitado aparecer en los medios de comunicación, es un hombre discreto y cercano, al que los empleados de Ikea suelen valorar positivamente.

Sin embargo, en la vida de este empresario también ha habido algunas sombras. Hace algo más de un año salía a la luz su vinculación con grupos nazis en el pasado, algo por lo que él mismo pidió disculpas públicamente y que calificó como “el error más grande” de su vida. El fundador del gigante del mobiliario y la decoración tampoco se siente orgulloso de la adicción al alcohol que padeció durante un tiempo, pero que ya ha quedado superada y reducida a un mal recuerdo.

Dejando a parte esos momentos, el empresario siempre ha querido ser un ejemplo para sus subordinados y ha hecho patente su pasión por llevar a cabo las reglas de reducción de costes que rigen la compañía. Como muestra de ello, Ingvar Kamprad ha revelado en más de una ocasión que, a excepción de unas pocas cosas heredadas de su familia, su casa está completamente amueblada con productos de Ikea. Los mismos que, por su diseño y bajo precio han conquistado a los millones de compradores que pasan cada año por las 298 tiendas que tiene el grupo repartidas por 26 países en todo el mundo. Según el informe anual de la compañía, estos establecimientos recibieron en 2012 hasta 690 millones de visitas y sus ventas ascendieron a 27.000 millones de euros.

La magnitud de su obra no ha dejado indiferente a nadie. Tanto es así que su figura ya se ha colado hasta en un dicho popular en su país de origen. Y es que los suecos aseguran que el líder socialdemócrata Per-Albin Hansson fue el que construyó el hogar del pueblo (en referencia al estado del bienestar), "pero fue Ingvar Kamprad quien lo amuebló".

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