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Tribuna
Columna
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¡Ojo con las estrategias contra el paro!

Ante una situación tan grave y dolorosa como son los niveles de paro que se están alcanzando en nuestro país, conviene que, además de lamentarlo, analicemos sus causas con objetividad, y con más seriedad que los que todo lo explican por la Reforma Laboral, para que podamos evitar que dentro de unos años se repita el mismo drama. En estos últimos meses, se han perdido muchos empleos en el sector público y, por las reformas que se están haciendo en las distintas administraciones y en el sector financiero, se anuncian para los próximos meses miles de despidos en las entidades financieras, que se están fusionando o que tienen que cerrar. Lo mismo ocurre en la administración central, en las autonómicas y en los ayuntamientos. En estos sectores se está haciendo, pues, una reestructuración como las que se han tenido que hacer en el sector productivo por el excesivo volumen que alcanzó el sector de la construcción y las industrias que de él dependían. Nos encontramos, por tanto, ante la necesidad de recobrar la dimensión adecuada, lo mismo en el sector público que en el privado y uno de los factores sobredimensionados es el del empleo y por eso estamos sufriendo esos alarmantes niveles de paro.

La gran cuestión que se nos plantea es saber cómo y por qué se ha llegado a esas desproporciones, para que en el proceso de recuperación no terminemos tropezando en las mismas piedras. Aunque los impulsos concretos que estimulan la formación de las burbujas en el sector público y en el privado pueden ser muy distintos, hay un factor que es común en todos los casos y que es, además, el más tentador en las coyunturas recesivas, por la rapidez de sus efectos. Este factor no es otro que el pretender remedios inmediatos sin preocuparse de las consecuencias que pueden tener a medio y largo plazo. Esto es lo que ocurre cuando se aprovechan las facilidades que ofrece el sector público para crear puestos de trabajo, aunque no sean necesarios y supongan duplicidades de competencias, o cuando el Estado interfiere en el mercado, estimulando el desarrollo de sectores productivos, con subvenciones monetarias, bonificaciones fiscales u otras medidas que pueden favorecer la creación de empleo artificialmente si es que se carece de la demanda suficiente de los bienes o productos que constituyen la oferta de las ramas productivas ayudadas.

Aparte de este factor general, pueden influir otros factores específicos para las diversas actividades. En la Administración Pública, la dinámica electoralista lleva a favorecer a los compañeros del partido, que está en el poder, o recurrir al inflado de las plantillas para ganar nuevos socios, sea a nivel nacional o local. Y en el sector privado, aunque no de manera exclusiva, las múltiples maneras de mejorar los rendimientos económicos, alimentan las burbujas, que antes o después con sus explosiones originarán las recesiones coyunturales.

Sin ignorar que la crisis que sufrimos tiene su origen en las "innovaciones financieras" de algunos banqueros americanos y que, por haber afectado a los sistemas financieros de los países desarrollados, han tenido unos efectos más profundos y rápidos en nuestras economías, hemos de reconocer la responsabilidad de nuestros políticos y de muchos agentes económicos en haber permitido que se llegara a los excesos mencionados en las instituciones públicas y en las empresas privadas, que, aún sin la presión exterior, habrían terminado en una depresión cíclica, aunque quizás no tan fuerte y profunda como la que estamos experimentando.

Lo que, por lo tanto, hemos de aprender de estas amargas experiencias es que se han de evitar las prisas por crear puestos de trabajo que, a la larga, resulten insostenibles. Hay que ayudar a los parados para superar la desgracia que han tenido de soportar las consecuencias de los desaciertos de los que ellos no son responsables pero, para evitar que a otras generaciones les ocurra lo mismo, hay que acelerar las reformas estructurales necesarias para que las instituciones públicas y las empresas privadas tengan las estructuras adecuadas y puedan crear un empleo duradero. Sólo entonces, cuando las diversas organizaciones hayan conseguido la dimensión requerida por el orden institucional y por el mercado, podrá ser efectiva la flexibilidad introducida por la última Reforma laboral, si nuestros empresarios aplican a la gestión del empleo los criterios que caracterizan a las economías desarrolladas.

Eugenio M. Recio es profesor honorario de ESADE

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