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El Foco
Columna
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El viejo sueño de la independencia energética

El 65% del gas que se consume en España proviene de países con alta inestabilidad política. El autor apuesta por potenciar una producción nacional que sentaría las bases de una nueva industria energética

"Librarnos de la dependencia del petróleo extranjero". En su emocionado discurso de Chicago, la noche que ganó por segunda vez las elecciones a la presidencia de EE UU, Barack Obama marcó este objetivo como uno de los primeros: conseguir la autosuficiencia energética, librarse de la dependencia exterior.

Un viejo sueño de la era Nixon que el gigante americano toca hoy con la punta de los dedos gracias a la extracción de los hidrocarburos llamados no convencionales, aquéllos que se encuentran allí donde se produjeron, en la roca madre.

La tecnología que se utiliza, y que incluye el proceso llamado fracking, ha permitido que EE UU esté hoy muy cerca de ser el primer productor de gas y petróleo del mundo, por delante de Arabia Saudí y Rusia, algo que según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), ocurrirá en 2017, a la vuelta de la esquina. Esta industria ha creado ya 1.700.000 puestos de trabajo, que se duplicarán en pocos años, y ha permitido reducir a la mitad el precio del gas, lo que ha generado una nueva reindustrialización del país, con empresas creadas al calor de una energía más barata, y dicho sea de paso, la más limpia de todos combustibles fósiles.

Algo similar puede suceder en España, con la consideración debida al tamaño, tan diferente, de ambos países. España tiene ante sí la oportunidad histórica de reducir su dependencia del gas extranjero, una posibilidad que los dramáticos acontecimientos de Argelia vuelven a traer a la palestra como una necesidad urgente. En los últimos años, la misma tecnología que ha hecho posible la revolución energética de EE UU ha puesto a España en el foco de decenas de empresas, nacionales y extranjeras, dispuestas a invertir miles de millones de euros en explorar las posibilidades de nuestro subsuelo. La solicitud de permisos para investigar ha ido en un prometedor crescendo: si en 2009 había 110 permisos solicitados, en 2012 la cifra se ha disparado hasta 180.

España debe explorar sus recursos de gas porque seguirá necesitándolo durante muchos años, y porque los precios de la energía se mantendrán en niveles altos. El gas natural representa ya un 22% de la energía primaria en España y la proporción seguirá en aumento, igual que en el resto de países de nuestro entorno. Si nada cambia, el cien por cien seguirá llegando del extranjero. Esto no sólo eleva el precio de nuestra factura, también nos hace más vulnerables. El ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria confirmaba en el foro CincoDías que tras el secuestro en la planta de Tigantourine, Italia ha tenido problemas de aprovisionamiento. Según las previsiones actuales de la industria, si hubiera una interrupción grave en el suministro de gas, el sistema energético español tendría capacidad para garantizar el consumo durante un máximo de 20 días. Es decir, que gran parte de nuestro sistema productivo y hasta la vida de nuestros hogares dependen de lo que ocurre en Argelia, Egipto y Nigeria, de donde viene el 65% de nuestro gas, países con sus correspondientes problemas presentes y futuros.

En los últimos años hemos desarrollado un mercado gasista de los más competitivos del mundo, con nada menos que siete plantas de regasificación, prácticamente las mismas que en todo el resto de Europa. Además, la industria ha realizado un gran esfuerzo inversor en la creación de almacenamientos subterráneos que aportan flexibilidad al sistema. El sector gasista español tiene ahora dos grandes retos: el primero, seguir garantizando precios competitivos a empresas y ciudadanos; el segundo, convertirse en centro logístico y de transacciones para Europa y el Mediterráneo con la creación de un hub o gran mercado internacional del gas que permita rentabilizar las importantes infraestructuras realizadas en estos últimos años. Pero el equilibrio del mercado requiere una producción nacional mínimamente significativa que complemente nuestra dependencia de contratos internacionales. Los recursos propios podrían representar un enorme valor estratégico y serían la base ideal para crear una nueva industria, innovadora, tecnológica y motor de ese cambio de modelo que buscamos.

El gas es una energía limpia, reconocida por toda la comunidad científica como el complemento perfecto para las energías renovables, que sin duda son el futuro. Pero ese futuro no es hoy ni mañana. Nuestro sistema energético no puede cambiar de un día para otro. Hay que apostar por un mix equilibrado en el participen distintas fuentes de energía. Y el gas es una de ellas, una de las más importantes. El fracking, tan desconocido en España, es una tecnología segura, probada desde hace décadas y utilizada más de un millón de veces sin mayores problemas en pozos convencionales y no convencionales. Tenemos, como españoles y europeos, legislaciones medioambientales estrictas que someten cada proyecto a Estudios de Impacto Ambiental en los que participan instituciones y ciudadanos.

Nuestro país tiene un potencial enorme que debemos explorar de forma sostenible y equilibrada. En este momento crucial para la definición de nuestro modelo energético, la producción propia de gas y petróleo convencional y no convencional supone una gran oportunidad y una apuesta de crecimiento que países como el Reino Unido ya defienden de forma decidida. Ese es el empeño de decenas de empresas dispuestas a invertir fuertemente y a crear puestos de trabajo cualificados y estables, algo de lo que no andamos sobrados en estos últimos tiempos. Apostar por ellos es aprovechar una oportunidad que nunca hemos tenido: la de disponer de recursos genuinamente nuestros, y al tiempo, crear empleo, bajar nuestra factura, y reducir, como decía Obama, la dependencia de países extranjeros.

Juan Carlos Muñoz es ingeniero de Caminos. Shale Gas España

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