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Columna
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Inflación, de enemiga a aliada

El Banco de Japón ha estado intentando exprimir a su economía durante más de una década. La Reserva Federal de EE UU, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra lo han estado haciendo por más de cuatro años. Los esfuerzos, como políticas de tipos de interéss cercanas a cero, no han hecho demasiado. En 2013, el canto de sirena de la inflación será más atractivo.

Para los banqueros centrales de hoy, la inflación era el enemigo número uno. La mayoría de ellos venían de tiempos convulsos para los precios de consumo. En Japón y Alemania, la memoria colectiva de la hiperinflación persigue a quienes controlan los tipos de interés. Es difícil abandonar la batalla, aunque se haya ganado y no sea relevante.

Ben Bernanke, Mario Draghi trabajan con objetivos que parecen acertados para un mundo que no está en recesión: el del 2% en cualquier año establecido desde los años 90. El Banco de Japón lo ha puesto en un 1%.

Los tiempos han cambiado. Después de la burbuja crediticia, el mundo ha quedado con una montaña de deudas y sin forma fácil de erosionar. Una inflación más alta no haría que la montaña se redujera, pero la haría menos peligrosa, ya que habría más PIB disponible al servicio de la deuda.

Muchos economistas han estado sugiriendo que esto no sería una mala idea. La idea, común en los 70, de que un 5% era aceptable, sigue siendo radical, pero Oliviar Blanchard del FMI sugirió el 4% en un documento de 2010. Y la Fed cambió su política en diciembre para decir que estaría cómoda con una inflación del 2,5% cuando la tasa de desempleo fuese alta.

Puede llevar un tiempo que los inversores también se sientan cómodos, y una forma diferente de trabajar para subir los precios. Y la objeción tradicional a la inflación, que castiga injustamente al prudente para premiar al imprudente, se mantiene. Pero puede que no haya una alternativa mejor.

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