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Columna
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Tres alzas y más dudas

El Reino Unido debería retrasar un nuevo alza del impuesto a la banca. Cuando se anunció esta tasa sobre el balance de los bancos en junio de 2010, parecía una manera inteligente de elevar el efectivo a la vez que animaba a los bancos a reducir la arriesgada financiación a corto plazo. Pero los banqueros esperan ahora un tercer alza en la tasa. Este impuesto sensato se arriesga a convertirse en una broma.

El impuesto a la banca fue diseñado como un cargo de siete puntos básicos sobre los pasivos de los bancos. Debido a que no se incluyeron sus depósitos y permitió una menor tasa de financiación a largo plazo, incentivó a los bancos a asegurar sus pasivos. Además, proporcionó 2.500 millones de libras al año cuando los contribuyentes estaban que trinaban respecto a los rescates a la banca.

Dos años y medio después, los contribuyentes siguen furiosos después de diversos escándalos como la manipulación del líbor, y las finanzas públicas siguen apuradas. Pero debido a que dos de los cinco principales bancos británicos están en una época de desapalancamiento total, el stock de pasivos gravables se ha reducido. El gobierno ya ha elevado el impuesto dos veces: primero hasta el 0,088 para 2012, y hasta el 0,105% para 2013. Se espera otro más.

Pero esto crea problemas. Uno es que los bancos sanos como el HSBC y Standard Chartered tendrán que pagar una mayor proporción del impuesto al aumentar sus préstamos. Otro es que la política impositiva del gobierno parece caprichosa, y desentona con otras políticas cuando tiene que animarse a que los bancos den crédito para apuntalar la economía. A pesar de que estos tienen mayores ratios de capital y perfiles de financiación, el cambio regulatorio en marcha y el coste de corregir los errores pasados hacen que el RBS y Lloyd's sigan generando pérdidas.

Un plan más inteligente sería congelar la tasa y aceptar una reducción. Otro incremento acabaría por convertir la transición del impuesto en una bobada.

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