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Debe llegar a un acuerdo con los republicanos antes de fin de año

El déficit, primera y apremiante tarea de Barack Obama

La necesidad de acordar con los republicanos un escenario fiscal para 2013 es la única vía que tiene Obama para evitar que el 1 de enero se apliquen de forma automática alzas de impuestos y caídas de gasto por 466.000 millones que podrían sumir al país en la recesión.

No tendrá mucho tiempo Barack Obama para el regocijo, aunque quizá sí algo más que hace cuatro años, cuando arrasó en las elecciones pocas semanas después de la catástrofe financiera provocada por la quiebra de Lehman. Esta vez el riesgo tiene otro nombre, "fiscal cliff", que se puede traducir como "precipicio fiscal". Es como se denomina el efecto que se producirá, si no hay cambios legales de por medio, al aplicarse automáticamente una serie de normas sobre control del déficit aprobada en 2011.

De este modo, si no hay cambios antes, el 1 de enero de 2013 aumentarán los impuestos y se recortarán los gastos en gran cantidad de partidas de gasto estatal, valoradas en unos 600.000 millones de dólares (466.000 millones de euros). La revista Barron's calcula que se trata de más de un millar de programas de gasto, para así reducir el déficit de 2013 en un 50%. La contrapartida es que, de aplicarse automáticamente estos ajustes, los economistas temen que la economía vuelva a la recesión.

El origen de estas normas está en 2011, cuando la incapacidad de demócratas y republicanos para acordar un techo de gasto (más que nada, por discrepancias sobre cómo ajustar las cuentas) hizo que se postpusiese la decisión. Pero el clima en las cámaras legislativas no ha mejorado desde el año pasado, y Obama tendrá que intentar mediar entre los dos partidos para acordar una salida antes de que en los mercados empiece a aflorar el miedo.

Para evitar este escenario, las opciones son dos: cancelar algunas de las partidas de gasto o subidas de impuestos o llegar a un acuerdo fiscal que reduzca el déficit sin afectar tanto al crecimiento. En todo caso, el mercado (que había apostado por Romney, un multimillonario gestor de capital riesgo que captó más fondos de Wall Street que Obama), seguirá con atención el proceso político.

"El precipicio fiscal puede convertirse en un asunto de primer orden, y si no vemos progresos rápidamente el mercado puede reconsiderar su posición respecto al riesgo en los próximos meses", declaraba a Reuters un analista de Citi. Tradicionalmente, el mercado no presta demasiada atención al Capitolio hasta que surge un desacuerdo que bloquea un asunto económico capital, como es el caso. Ya sucedió en 2008 con la negativa republicana al rescate bancario o en 2011 con los descuerdos sobre el déficit.

Las elecciones, paralelamente, no han alterado el equilibrio de poderes en las cámaras legislativas. Los demócratas retienen el control del Senado y los republicanos la Cámara de Representantes. Además, algunos moderados de los dos partidos han sido sustituidos por candidatos más partidistas, lo que puede complicar los acuerdos. Antes de las elecciones, algunos ayudantes de Obama habían sugerido que el presidente, de ganar, podría lanzar una propuesta para debatir el escenario fiscal con la mayor rapidez posible.

Para intentar superar la fractura de los últimos cuatro años, será clave el nuevo secretario del Tesoro que nombre Obama, toda vez que Tim Geithner ha dejado claro varias veces que no seguirá en el cargo. Jack Lew, jefe de gabinete de Omaba y experto presupuestario, es una de las opciones. Erskine Bowles, jefe de gabinete de Bill Clinton, es otra opción, toda vez que fue la persona designada por Obama para, junto con un representante republicano, hacer una propuesta sobre la reducción del déficit en 2011.

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