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Tribuna
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Pymes y mercado bursátil

Tras casi tres años de funcionamiento, el balance del mercado bursátil de las pymes, el Mercado Alternativo Bursátil o MAB, puede calificarse como discreto: 21 empresas admitidas a cotización y unos 90 millones de capital captado total, poco más de 30 millones de euros por año. Unos datos sencillos que sirven para ilustrar y poner en perspectiva este pobre comportamiento, o dicho de una manera más positiva, su gran potencial, todavía no explotado: (i) en un mercado bursátil similar a este, como el del Reino Unido (AIM), aunque con un mayor desarrollo y trayectoria, han sido admitidas a cotización una media de unas 200 compañías al año, y en años de crisis, como el 2010 y 2011, la cifra anual aún se acerca a las 100, habiendo captado una media de 6.000 millones de euros anuales; (ii) el número de pymes en España se acerca a los 2,5 millones y unas 20.000 tienen un tamaño relevante, entre 50 y 250 empleados, y (iii) el universo potencial de empresas objetivo de este mercado, identificado inicialmente por los gestores del MAB, ascendía a unas 5.000 empresas.

Aunque nadie puede negar que en estos últimos años hemos estado inmersos en un entorno económico y financiero especialmente difícil, caracterizado por una gran incertidumbre y desconfianza de los inversores, las cifras indicadas anteriormente hablan por sí solas y no dejan lugar a duda del ínfimo desarrollo de este mercado así como de su poco clara progresión. Y este hecho es, a mi juicio, bastante preocupante, ya que el MAB debería configurarse en un instrumento de primer nivel junto al capital riesgo de financiación estable y desarrollo para las pymes y, lo que es más importante, en un elemento modernizador, dinamizador y ejemplarizante para una gran mayoría de pymes cuyo objetivo sea crecer rentablemente de forma sostenible.

La cuestión es entonces, en primer lugar, diagnosticar las posibles causas de este pobre desempeño del MAB para, posteriormente, poder determinar el mejor tratamiento para revitalizar adecuadamente al enfermo tanto a corto como a largo plazo. Las causas son múltiples pero, para mí, las más relevantes son tres: (i) un entorno de mercado financiero difícil marcado por la desconfianza de los inversores ante inversiones de alto riesgo; ii) un escaso desarrollo del mercado de capitales español y de su comunidad de inversores profesionales, institucionales y minoristas en relación con este tipo de inversiones, y iii) una reducida profundidad del mercado con compañías de muy reducido tamaño y muy escasa liquidez y representatividad de la cotización de las mismas.

Aunque algunas o todas los causas descritas anteriormente son, en alguna medida, estructurales o consustanciales con este tipo de empresas y mercados, no es menos cierto que las mismas son parcialmente subsanables y mitigables. Por lo tanto y aunque a largo plazo el mercado deberá funcionar por sí solo por la libre concurrencia de la oferta y la demanda, a corto plazo se hace necesario e imprescindible un impulso exógeno del mismo basado en medidas dirigidas, por una parte, a compensar sus inconvenientes o fallos de mercado y, por la otra, a acelerar el desarrollo y evolución convergente de los operadores de este mercado, principalmente empresas e inversores. A este respecto, entendemos que es vital un apoyo decidido, generalizado y coordinado de las Administraciones públicas a este mercado a través de incentivos y ayudas fiscales dirigidos tanto al inversor, con el objetivo de incrementar significativamente su rentabilidad financiero-fiscal, como a la empresa, para fomentar y facilitar la decisión de emprender procesos de admisión a cotización. Aunque es cierto que algunas iniciativas en este sentido ya están en marcha en las comunidades autónomas de Madrid, Cataluña, Aragón, Galicia, Murcia y el Ministerio de Industria, las mismas son claramente insuficientes en amplitud y profundidad. Asimismo, se hacen necesarias medidas regulatorias y fiscales destinadas a ampliar la base de inversores, fomentando la creación y participación en fondos de inversión especializados en estos mercados y favoreciendo la inversión de fondos de inversión generalistas en los mismos.

Por último, considero importante destacar la necesidad de una cierta autorregulación o giro en la estrategia de admisión a cotización hacia compañías más grandes y con mayor free float y liquidez, lo que redundaría en una mayor calidad y menor riesgo percibido de dicho mercado y de los activos que en él cotizan. Sin duda, todas estas medidas contribuirían a impulsar el necesario desarrollo del mercado de capitales de las pymes, una especie a cuidar y fomentar siempre, y más en un momento como el actual en el que la financiación bancaria brilla por su ausencia y se confía en que sean precisamente las pymes el motor del crecimiento económico y empleo de este país.

Eduardo Pérez. Socio de BDO Financial Advisory Services y asesor registrado

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