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Columna
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Francia abre otra vía en la crisis del euro

La impopularidad de Nicolas Sarkozy no fue la única razón que le convirtió el domingo en el primer presidente que opta a revalidar cargo que no lidera la primera vuelta de unas elecciones presidenciales francesas. En los cinco años de mandato, que coincidieron con la crisis financiera, los votantes llegaron a rechazar el estilo de Sarko, sus formas caprichosas y sus reformas a medias. Pero la lección principal de la votación es el masivo rechazo de las ya prescritas reformas y políticas de austeridad de la Unión Europea y el Banco Central Europeo. Al próximo presidente este rechazo le pesará en sus políticas y abre una nueva fase en la crisis de la eurozona.

La fuerte demostración del Frente Nacional, el partido de extrema derecha, es el signo más visible de la gran negativa, también reflejada en la buena actuación del candidato de izquierdas Jean-Luc Mélenchon. Los dos acapararon en torno al 30% de los votos totales. Pero el propio Hollande basó su campaña contra los últimos acuerdos de la eurozona. Y algunos de los votantes de Sarkozy fueron atraídos por su retórica proteccionista del final de la campaña, incluidas las críticas al BCE.

Considerándolo todo, en torno al 60% de los votantes franceses rechazaron la actual receta del euro, asumiendo que dos tercios de los de Hollande y un cuarto de los seguidores de Sarkozy sean incluidos en esta disparatada coalición. Esta preferencia popular establecerá el estado de ánimo para la primera reunión entre el próximo presidente galo y la canciller alemana Angela Merkel.

Tendrán que alcanzar algún tipo de compromiso. Poner el énfasis en el crecimiento, como piden los franceses, está bien. Pero cualquier presidente tendrá que darse cuenta de que debe llevar a cabo reformas dolorosas para alcanzar los objetivos. Por otro lado, el Gobierno alemán no puede permanecer sordo para siempre ante las insistentes demandas para hablar de crecimiento. La caída del Gobierno holandés sugiere que el gran aliado de la austeridad alemana puede estar vacilando. Ignorar la voluntad de los votantes franceses sería costoso y peligroso error.

Por Pierre Briançon

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