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Columna
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El Banco Central Europeo drena liquidez

José Carlos Díez

Ya se ha resuelto la segunda subasta del Banco Central Europeo (BCE) y la autoridad monetaria ya maneja un balance de 3 billones de euros. Las tendencias que provocó la primera subasta se mantienen pero se han acentuado. La subasta superó los 500.000 millones pero el préstamo neto lo hizo en 315.000 ya que lo que han hecho muchas entidades es cambiar financiación en semana o a tres meses por dinero a 3 años. La facilidad de depósito supera los 800.000 millones y ha aumentado en 345.000 millones desde la subasta. Por lo tanto, el BCE ha vuelto a drenar liquidez del sistema y el 85% de sus préstamos a los bancos le vuelven al balance por la facilidad de depósitos. Según se ha filtrado, la mitad de los 800 bancos que acudieron eran alemanes pero tan solo se llevaron el 10% del dinero de la subasta. Casi la mitad de la financiación se la llevaron los bancos italianos y españoles. La banca italiana lideró la adjudicación pero la entidad que más dinero pidió de toda Europa fue española.

Cómo era previsible las subastas provocarían tensión en el seno del BCE. Jens Wiedman, presidente del Bundesbank, mandó una carta a Draghi que filtró a los medios locales en la que denunciaba que la segunda subasta había sido un exceso. Además, Merkel, como siempre respetuosa con la independencia del banco central, afirmó al finalizar la pasada Cumbre europea que "ya no habrá más subastas a 3 años". En Alemania la presión interna sobre el tema se va calentando. El catedrático Sims, que dirige el influyente instituto IFO y denunció la socialización de la deuda privada de países periféricos a través del sistema Target, ha elevado el tono. La deuda del resto de bancos centrales, incluido el Banco de Francia, con el Bundesbank debe rondar los 700.000 millones y ha propuesto que los Estados avalen esa cantidad. Parece que tras doce años los alemanes comienzan a comprender que la Eurozona es efectivamente una unión monetaria.

Si ningún país abandona el euro estamos hablando de un mero problema contable. El problema es que el Gobierno alemán suele ser muy permeable a estos argumentos y si lo hace será una señal precisa de que teme que algún país vaya abandonar la moneda única. La pregunta es si entre los socios del euro tememos ese evento, ¿qué harán los inversores internacionales? Pues seguirán saliendo en manada de los países que potencialmente podrían abandonar la moneda única. Ayer en el consejo se debió producir el tercer asalto Draghi contra Wiedman. Draghi es favorito para ganar por puntos pero tardaremos en ver otro movimiento del BCE salvo que la inestabilidad financiera vuelva a dominar los mercados.

Lo que tienen que entender los alemanes es que sin moneda única el flujo masivo de capitales que están recibiendo habría provocado una intensa apreciación de su divisa y una japonización. La moneda única protege su exceso de ahorro crónico pero a cambio de que su banco central aumente su posición acreedora con el resto de socios. ¿Cómo resolver este puzle?

Primero, los líderes europeos deben decidir cuántos países seguirán en el euro y cuánto dinero están dispuestos a gastarse, ya que esta crisis no saldrá gratis. Se habla de un billón de euros que debería asumir el BCE monetizando deuda. Además, debería hacer una operación twist, como la Reserva Federal, vendiendo deuda alemana y comprando deuda periférica. También, hay que poner tipos negativos en la facilidad de depósitos para que el dinero salga del refugio y vuelva a los mercados y la economía real. Pero la prioridad es sacar a la economía de la recesión y es necesario un plan de estímulo fiscal. Los países endeudados deben seguir consolidando y con reformas y los que durante la edad dorada del crédito fueron un viajero gratuito ahora tienen que implementar estímulo fiscal. Si lo hace Alemania reducirá su tasa de ahorro y su superávit por cuenta corriente.

Solo con un plan de política económica compacto y contundente que ataque todas las aristas se conseguirá poner fin a la crisis del euro. Seguir con políticas reactivas sin resolver los profundos desequilibrios que tienen entre ellos los países de la Eurozona lo único que conseguirá es aumentar el desconcierto de los ciudadanos europeos. En el año 2000 Alemania tuvo una crisis de balance. El resto de socios le dimos tiempo para ajustar el déficit y hacer sus reformas y les facilitamos demanda para salir de la depresión vía exportaciones. Ahora, si ellos no hacen lo mismo, esta crisis no tendrá final feliz.

José Carlos Díez. Economista jefe de Intermoney

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