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Rajoy prima la lealtad sobre los pesos pesados

Un Gobierno económico para tres frentes: banca, déficit y Bruselas

No hay pesos pesados ni nombres para la retórica. Mariano Rajoy irá armado para la dura batalla que tendrá que librar contra la crisis y los mercados con las armas de sus más allegados.

Ni fuegos artificiales ni balones fuera. El nuevo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, asume toda la responsabilidad del futuro económico del país sea cual sea el frente. Es el jefe del Ejecutivo, difícilmente podría ser de otra forma, pero más incluso por las personas que ha elegido para ello.

La lealtad, la cercanía y la afinidad lo han sido todo para el presidente que tendrá que lidiar con la peor crisis de la historia reciente. Pero cada uno con su tarea. Rajoy ha dividido el campo en tres grandes retos y ha puesto nombres para cada uno de ellos.

Quienes pensaban que Luis de Guindos partía con desventaja en la carrera por el Ministerio de Economía por su pasado como presidente de Lehman Brothers España cuando las subprime se incendiaron y se llevaron el centenario banco de inversión por delante, se equivocaron. Precisamente ha sido su conocimiento del sector financiero el que le ha llevado adonde está, al Ministerio de Economía.

Por muchas reorganizaciones bancarias que se hayan vivido en España durante esta crisis, la sangría no ha terminado. La CAM no ha sido la última entidad que va a necesitar dinero ajeno y el Fondo de Garantía de Depósitos ha agotado prácticamente su munición. Los activos tóxicos españoles no se llaman subprime, sino ladrillo y suelo, pasivos capaces de contaminar todo lo que tocan y de enfermar el flujo del crédito hasta la agonía.

Rajoy lo sabe y Luis de Guindos también. Su conocimiento de la banca y de quienes llevan sus riendas están llamadon a permitirle llegar al fondo de balances engalanados para no enseñar lo peor hasta el final. Pero también para representar una figura pública de cara al exterior y los mercados que puede hablar con ellos de tú a tú, que conoce su lenguaje y su juego, que sabe idiomas y también cómo tratar con la jungla de expertos, desde la banca de inversión hasta las agencias de rating.

Limpieza para dentro y confianza hacia afuera, esa es su misión. Pero con las cuentas controladas. Para eso está Cristóbal Montoro, que sabe mucho de ortodoxia fiscal, no en vano fue uno de los pulmones económicos de ese Gobierno que logró el déficit cero con José María Aznar. Ahora tiene que volver a ello desde Hacienda en circunstancias mucho más difíciles y con la promesa presidencial de que no se tocarán los impuestos, al menos hasta que las circunstancias mejoren.

El presidente ha dicho varias veces que la confianza y el control de las cuentas obrarán el milagro de devolver el crecimiento económico al país. Y esa ha sido su apuesta, porque en el nuevo Gobierno hay pocas concesiones a medidas distintas a la cirugía y la austeridad. La única ventana abierta es el guiño implícito esbozado en el cambio de nombre del Ministerio de Economía. Recibe un nuevo apellido: competitividad. ¿Búsqueda de cambio en el modelo económico español? ¿Reforma de calado en el mercado laboral?

Sobre este último punto no habrá disensiones en el equipo económico del Gobierno. La cercanía de los nominados entre ellos y con Rajoy les convierte en un equipo cohesionado. De Guindos y Montoro son hombres hechos a la sombra de Rodrigo Rato que ahora dan un paso al frente. Para el Ministerio de Empleo, otro pilar del área económica, se ha elegido a Fátima Báñez, compañera de fatigas de Montoro en la oposición. Unión absoluta, por tanto, para enfrentarse al que es el principal problema del país: los cinco millones de parados y las previsiones que insisten en que va a ir a más.

Tampoco habrá fisuras desde Fomento, donde una curtida y profesional Ana Pastor está llamada a hacer lo que puede con el férreo control del gasto público que se va a decretar desde lo alto. Para calmar los ánimos, las miradas irán hacia Industria, donde la regulación de algunos puede paliar las penas de otros. Buen conocedor del turismo como todo canario que se precie, la fuerza emergente de José Manuel Soria asume un ministerio con la llamativa inclusión de Energía en el título de sus competencias. La puntada va con hilo: Rajoy quiere arreglar de una vez el desaguisado energético, empezando por el déficit de tarifa y terminando con las renovables, con una parada (que el PP no se va a saltar) en la energía nuclear.

Quedan dos ministerios que en esta crisis cada vez tienen más ámbito económico. Son el de Agricultura y el de Asuntos Exteriores, y los dos tienen algo en común: Bruselas.

La capital de Europa ha adquirido tal importancia en la cabeza de Rajoy que el nuevo presidente ha sacrificado las formas en el Ministerio de Asuntos Exteriores y ha pasado por encima de todo diplomático para poner a la cabeza a una persona, José Manuel García Margallo, cuyo currículo se limita a años de bancada en el Europarlamento.

Este conocimiento europeo también ha sido clave para el nombramiento de Miguel Arias Cañete, hombre de confianza de Rajoy, como todos los anteriores, que tendrá que transformar su experiencia en hechos en la arena comunitaria, donde la agricultura y la pesca española se juegan mucho.

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