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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un paso sin precedentes en la eurozona

Siguiendo la vieja política del palo y la zanahoria, la Comisión Europea aprobó ayer dos proyectos de reglamento de control fiscal de enorme importancia a corto plazo -el palo- y puso las bases para una futura solución al problema del coste de financiación de la deuda pública en la zona euro -los eurobonos- a modo de apetitosa zanahoria. El endurecimiento de la supervisión presupuestaria impulsada desde Bruselas, que en principio podría estar lista en 2012, supone un salto cuantitativo y cualitativo sin precedentes desde la creación de la moneda única. Una apretada vuelta de tuerca cuyo fin es hacer frente a las severas dificultades financieras e institucionales en que está inmersa Europa y a la necesidad de avanzar hacia una mayor cohesión política y económica capaz de salvar el euro y hacerlo fuerte.

No hay duda de que los amplios poderes que esos dos futuros reglamentos otorgan a las autoridades europeas implican un paso más -y un paso relevante- en cuanto a cesión de las soberanías nacionales de los Estados de la eurozona. Ambas normas tienen como objetivo estrechar el cerco sobre los países que arrastren un déficit excesivo o que se vean expuestos a turbulencias financieras. Ello implica la posibilidad de obligar a un Gobierno díscolo o en dificultades a pedir un rescate, así como a doblegarlo para que se someta a un programa de ajuste presupuestario incluso durante el ejercicio en curso.

Bruselas parece haber aprendido ese antiguo axioma que no por ser conocido deja de ser cierto: la innegable superioridad que tiene la prevención sobre la recogida de platos rotos. La experiencia de los rescates llevados a cabo hasta ahora en Europa -tarde, de forma costosa y con la amenaza añadida del contagio- ha hecho evidente la necesidad de cambiar de estrategia. Si bien hay aspectos espinosos que a buen seguro suscitarán debate en la tramitación de ambos textos -como la posibilidad de exigir a los Estados los datos desagregados sobre la situación de sus bancos o de poner bajo la lupa a los propios supervisores financieros nacionales- es innegable que estos suponen un paso firme hacia una nueva forma de entender -y de defender- la unión monetaria.

La publicación de un libro verde sobre la emisión de deuda pública europea constituye la zanahoria de este nuevo giro en la gobernanza europea, cuya andadura no estará exenta de dificultades; la primera de ellas, la oposición de Berlín. El texto plantea tres fórmulas, de las cuales solo una se considera viable a corto plazo -la emisión conjunta de eurobonos por parte de varios países, aunque asumiendo cada uno el aval de su parte-, pero existen serias dudas sobre su efectividad sobre el terreno. Se trata, en cualquier caso, de una solución a futuro. Bruselas tiene claro que primero viene el palo y solo después la zanahoria.

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