_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

æpermil;tica y globalización

La globalización es un mecanismo de exportación de valores que premia a los países que trabajan y ahorran más, que tienen mayor capacidad innovadora, son más abiertos y disfrutan de mayor cohesión social, asegura el autor, para quien también representa un mecanismo de exportación de los valores cívicos

Europa está sumida en el más descarnado canibalismo ético. Devora con fruición sus propios valores, los valores de la civilización occidental. Un ejemplo lo tenemos en la preterición de los orígenes cristianos de Europa en el Preámbulo de su futura Constitución. No se trata de defender al Estado confesional, o de combatir al Estado laico, aconfesional. Se trata de decir lo que Europa es, y Europa es un amalgama de tradición judeocristiana, de iluminismo racionalista, y laico, y de economía de mercado. En este crisol se forjó la personalidad europea, y luego que cada uno piense, o crea, en lo que quiera, que la libertad de pensamiento, en sus diversas modalidades, también es una creación occidental.

Otro ejemplo lo tenemos en la ruptura del vínculo atlántico a propósito de la guerra de Irak. La interesada contraposición entre Europa y EE UU en un tema tan sensible como la seguridad colectiva, y la lucha contra el terrorismo internacional que combate los valores de la sociedad abierta y de la democracia occidental, no se compadece con los valores de la comunidad cultural que hace poco celebró el 60 aniversario del desembarco de Normandía. No voy a entrar en la refriega política alimentada al socaire de esta crisis, ni sobre cuestiones ya dilucidadas por las urnas, sólo subrayo la crisis de valores.

Tercer ejemplo, los movimientos antiglobalización. La globalización ha sido definida como un proceso dinámico de creciente libertad e integración de los mercados de factores (trabajo, bienes, servicios, capitales y tecnología). En la raíz del fenómeno, germinan los avances tecnológicos. En 1930, la llamada telefónica de Nueva York a Londres costaba 300 dólares, hoy cuesta menos de un dólar. Como subrayaba E. Morin, con internet hemos visto aflorar un sistema neurocerebral artificial de escala planetaria. La aldea global es un hecho.

Sólo la civilización occidental, por su carácter universal, podía engendrar un fenómeno como la globalización. El liberalismo occidental, con sus valores cívicos inherentes como sociedad abierta y plural, constituye el patrón para construir esa sociedad global. Que ciertamente, tiene una dimensión económica, con lo que conlleva de sociedad de oportunidades, pero también ética, o de valores.

Y sólo la civilización occidental, como una dimensión más de su crisis de valores, podía generar los anticuerpos necesarios para engendrar los movimientos antiglobalización.

La antiglobalización , como estrategia política, no deja de ser un error, o la última formulación de posiciones extrasistema en busca del ideario perdido. Los antiglobalizadores deben entender que, como subrayaba Guillermo de la Dehesa en El País el 30 de julio de 2002, cuanto mayores sean los flujos de capital, de inversión directa y de tecnología que acuden a los países en vías de desarrollo, y cuanto mayor sea el acceso que tengan estos países a través de sus exportaciones, a los países ricos, menores serán los flujos potenciales de inmigración.

La globalización no deja de ser un fenómeno permeable a los movimientos migratorios que asigne más eficientemente la mano de obra y contribuya a reducir las desigualdades de renta. Sobre todo, cuando el libre comercio se construye con reciprocidad.

No voy a entrar en los engaños del capitalismo global que defendió J. Gray, ni en su crítica al llamado 'consenso de Washington' (OMC, FMI y OCDE ) sobre el libre mercado global, o sobre la necesidad de un régimen de gobernación global de los mercados mundiales como sostenía este autor. O sobre la necesidad de explorar terceras vías a lo A. Guiddens. Simplemente digo que la globalización es un mecanismo de exportación de valores, que premia a los países que trabajan y ahorran más, que tienen mayor capacidad innovadora, están más abiertos al exterior y disfrutan de mayor cohesión social.

Y, sin duda, es un mecanismo de exportación de los valores cívicos, de libertad política, y sociales, de la sociedad occidental.

La globalización es el primer intento serio de construir la sociedad universal y el diálogo entre las culturas. El antídoto contra el choque de civilizaciones que preconizó Huntington, y cuya siniestra sombra muchos vieron en el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. La antiglobalización occidental es una manifestación más de la endémica voracidad ética de occidente, de su empeño en devorarse a sí mismo.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_